Los griegos llamaban tálanton al
platillo de la balanza y, por extensión, también a las cantidades de metales
preciosos que ponían allí para ser pesados. En épocas posteriores, tras una
nueva evolución del término, se llamó “talento” a diferentes
monedas que circulaban en varias ciudades del mundo helénico. Fue como nombre
de moneda que talentum llegó más tarde a Roma, hasta que a
cierta altura del desarrollo del Imperio, adquirió el significado de
“tesoro”.
La palabra aparece por primera vez en
castellano en el Fuero de Avilés (1155), ya con el sentido de “inteligencia” o
“dotes intelectuales”. Corominas presenta la hipótesis de que este cambio de
sentido en nuestra lengua puede deberse a la parábola evangélica del servidor
que obtuvo lucro de los talentos (tesoro) que le habían sido
confiados en custodia, a diferencia de otro, que enterró el tesoro que le había
sido entregado sin extraer de él ningún provecho, lo que habría dado origen al
significado de “talento” como “dotes naturales”.
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