Para los pueblos indoeuropeos, que se
extendieron por Europa y parte de Asia hace unos 4.000 años, la raíz sker- se
vinculaba con significados afines a las ideas de ‘cortar’, ‘separar’ y también
‘rascar’. En el norte de Europa surgió la palabra que terminó en el scar
‘cicatriz’ del inglés de hoy, mientras que en Roma se derivó hacia cicatrix,
-icis, de donde nos viene cicatriz.
Cuando estos pueblos adquirieron la
escritura, en algunas variantes indoeuropeas se derivó otra “m´s” reciente, skrïbh-,
que, dio lugar a ‘marcar sobre una corteza, rascar, bosquejar’. En el idioma
latín se formó scribere, inicialmente ‘marcar sobre una corteza’ y
luego ‘bosquejar’, hasta que estos significados cedieron paso a ‘escribir’.
Cicerón, Horacio y Ovidio ya empleaban scribere con un
significado muy semejante 'escribir', pero sin que se hubiera perdido
totalmente la denotación de ‘marcar’. En efecto, Quintiliano, ya a fines del
siglo I d. C. usaba “scribere stigmata fugitivo” para expresar
“marcar con hierro a un esclavo fugitivo”.
La escritura es, pues,
etimológicamente, una cicatriz que dejamos sobre el papel y su nombre tiene una
historia que es mucho más antigua que ella misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario