sábado, 28 de mayo de 2011

miércoles, 25 de mayo de 2011

PENSAMIENTOS DEL MES

LA VERDAD
"Me gusta la verdad, pero mucho más cuando soy yo quien la descubre que cuando es otro quien me la muestra".
-Vincent Voiture-

COMPRAR
"El que compra lo supérfluo, inexorablemente tendrá que vender, tarde o temprano, lo necesario".
-Benjamín Franklin-

TEMOR
"Mostrarse asustado sin motivo aparente es dar a conocer que se tiene razón de temer".
-Lucio Anneo Séneca-

¿DEPLORABLE?
"Todo está cambiando. La gente se toma en serio a los humoristas y a los políticos como una broma".
-Will Rogger-

domingo, 22 de mayo de 2011

EL INCIERTO ORIGEN DEL LENGUAJE HUMANO

Por Andrés Montes
La naturaleza volátil del lenguaje lo convierte en la singularidad de nuestra especie cuyo origen resulta más difícil de determinar. Se avanza en las bases biológicas, pero no sabemos cuál fue la primera palabra. Quentin D. Atkinson, biólogo de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, se ha adentrado en un territorio que, desde la perspectiva de la ciencia, se presenta resbaladizo para determinar que el lenguaje tiene al menos 50.000 años de antigüedad y que se originó en algún lugar del suroeste de África, tal y como publica en la revista Science.

«El habla es nuestra creación más efímera, es poco más que aire». La lingüista Christine Kenneally caracteriza así la condición problemática del estudio del habla primigenia, algo tan inaccesible como para que la Societé de Linguistique de París decidiera en 1886 que no era asunto de ciencia dada la imposibilidad de comprobar con rigor cómo surgió la palabra. Seis años después, sus colegas de la London Philological Society siguieron el mismo camino y la indagación sobre los orígenes del lenguaje terminó por convertirse en un problema ajeno al mundo académico.

Esta situación cambió hace dos décadas, cuando la Arqueología del habla empezó a progresar sobre el terreno firme que proporcionaban avances en el estudio de las bases biológicas del lenguaje como los obtenidos por Philip Lieberman. A la apertura de este campo contribuyeron también la emergencia de trabajos como los de Steven Pinker sobre la evolución del lenguaje, que rompían con el absoluto dominio de la visión innata del habla de Chomsky. «Después de cien años de incómodo silencio, se había vuelto inteligente, respetable e interesante preguntarse en voz alta cómo demonios habíamos llegado a convertirnos en una especie con palabras», resume Christine Kenneally en La primera palabra (Alianza editorial, 2009).

La proliferación de estudios sobre la materia no ha conseguido, si embargo, establecer unas bases fiables y de amplia aceptación en la comunidad científica. Quentin D. Atkinson lo intenta ahora con este artículo en el que determina que el lenguaje surgió en África hace entre 50.000 y 100.000 años. Ello estaría en consonancia con los análisis evolutivos que localizan el origen de la humanidad actual en un reducido grupo de humanos que habitó el continente africano hace al menos 60.000 años.

Atkinson ha trasladado a la Lingüística los procesos estadísticos que se emplean para construir árboles genéticos en base a secuencias de ADN. En medio de las suspicacias de los lingüistas, poco proclives a los modelos matemáticos, y en consonancia con la procedencia de esa metodología, el biólogo Atkinson centra su trabajo en los fonemas, los genes del habla, las unidades más simples de la lengua.

Estos paralelismos entre Biología y Lengua no son nuevos en el estudio de la evolución y han sustentado ya antes investigaciones como las del genetista Cavalli-Sforza (Genes, pueblos y lenguas, Crítica 2000). Al igual que la dispersión que siguió a la salida de nuestra especie de su cuna africana derivó en una progresiva merma de la diversidad genética, Atkinson observa que los lenguajes africanos tienen una gran riqueza fonética —hasta cien fonemas distintos— frente a los hawaianos, que apenas utilizan trece de esas unidades elementales. Entre esos dos extremos, el Inglés tiene 45 fonemas y el Español, 24. Aplicando ese patrón evolutivo a unos 500 lenguajes de todo el mundo en ese patrón, el Biólogo vincula el origen del habla con la gran migración de los ancestros africanos, que llevó a nuestra especie a colonizar el mundo.

En La Gran Migración. La Evolución Humana más allá de África” (Crítica 2011), su libro más reciente, el paleontólogo Jordi Agustí apunta también que, en ese mismo periodo al que alude Atkinson, se registra una emergencia del pensamiento simbólico. «En la base de esta nueva mente se esconde muy probablemente un salto cualitativo en la capacidad de comunicación lingüística, ya basada en una gramática compleja», apunta Agustí, que atribuye a la adquisición de ese pensamiento simbólico el empuje necesario para dejar atrás nuestra patria biológica. Mark Pagel, biólogo de la Universidad de Reading, en Inglaterra, considera al lenguaje como el elemento crucial de la salida de África. «El lenguaje fue nuestra arma secreta y tan pronto como lo conseguimos nos convirtió en una especie realmente peligrosa», afirma Pagel, quien respalda el trabajo de Atkinson.

Pese a los recelos que despierta, el reciente artículo de Science intenta acotar un escenario temporal en el que ahora las discrepancias son enormes y afianzan la tesis de quienes sostienen que hace en torno a 100.000 años las lenguas habrían tomado ya una forma similar a la actual. El antropólogo y lingüista estadounidense Edward Sapir, vinculaba, en 1921, el lenguaje con la aparición de los primeros instrumentos de factura humana, lo que le llevaba a sostener que hablamos desde hace dos millones de años.


Para el catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Liverpool, Robin Dunbar «parece que el discurso (y, por tanto, el lenguaje) entró en escena aproximadamente medio millón de años atrás, al menos en cierto grado» (La Odisea de la Humanidad, Crítica 2007). Dunbar sostiene que el lenguaje sustituyó al despioje en el cometido de afianzar los vínculos entre los miembros de un grupo a medida que el número de ellos crecía. Para la mayoría de los lingüistas resultan dudosos los rastros de lenguajes más allá de los 10.000 años.

El otro frente de discrepancia, común a otros aspectos evolutivos, es si el lenguaje surgió una sola vez y en una escenario determinado o, si por el contrario, brotó en distintos lugares. La única certeza que tenemos es que, como afirma el neurocientífico Michael S. Gazzaniga, «el lenguaje nos convierte en seres sociales de forma definitiva» y «lo que caracteriza al ser humano es el giro que le llevó a convertirse en un ser extremadamente social».

domingo, 15 de mayo de 2011

BINGO

Una noche fría de 1929, el vendedor de juguetes neoyorquino Edwin Lowe conducía su coche por una carretera del sur de los Estados Unidos, cansado y deprimido. Hacía pocos meses que la Gran Depresión había sacudido los cimientos de la economía norteamericana y conmovido al mundo, y se vivían días difíciles.

Mientras buscaba un hotel donde pernoctar, Edwin Lowe advirtió una tienda colorida al borde de la carretera con muchas luces y música, y se acercó para ver de qué se trataba. Estacionó su auto y entró. En medio de una atmósfera cargada de humo de tabaco, contempló a cierto número de personas sentadas alrededor de una mesa sobre la cual cada una tenía un cartón y un montoncito de frijoles. Un sujeto, que actuaba como animador, extraía bolillas numeradas de una bolsa y cantaba los números ante los circunstantes, que ponían, de vez en cuando, un frijol sobre los cartones.

Al acercarse un poco más, Lowe observó que lo que los participantes tenían ante sí era una especie de cartón de lotería con los números del 1 al 75 alineados en cinco columnas. Al completar una línea, el jugador gritaba triunfalmente: ¡beano!, del Inglés bean (frijol). Entusiasmado con la novedad, y ya menos deprimido, el vendedor viajero se llevó a Nueva York la idea del juego que ensayó exitosamente con amigos y familiares.

Un día, mientras estaban jugando en la casa de Lowe, uno de los participantes, emocionado por haber ganado la partida, se equivocó y, en vez de ¡beano!, gritó ¡bingo!, palabra que acabó adoptada como nombre del juego. El vendedor siguió desarrollando la idea y terminó por encabezar cada una de las cinco líneas de números por una de las letras de la palabra bingo, que pasó a nuestra lengua con la misma grafía: bingo. Con este juego, Edwin Lowe amasó una cuantiosa fortuna y, al final de la recesión, ya era un hombre muy rico.

domingo, 8 de mayo de 2011

PÍLDORAS GRAMATICALES

¿Después de punto y coma se utiliza mayúscula?
La mayúscula está exigida por la Real Academia de la Lengua Española después del punto, de los signos de admiración e interrogación y, en algunos casos, después de los puntos suspensivos.

¿Los meses del año y los días de la semana se deben escribir con mayúscula inicial?
Los meses del año y los días de la semana se escriben con minúscula inicial, excepto cuando el documento comienza por el mes o día se hará con mayúscula inicial.

martes, 3 de mayo de 2011

LA PALABRA DEL MES: TESTAMENTO

Aparece por primera vez en nuestra lengua materna en los poemas de Gonzalo de Berceo, proveniente del Latín testamentum, derivado del verbo testari “testar”, “hacer testamento”, debido a que para hacer un testamento es imprescindible la presencia de testigos.
El nombre Antiguo y Nuevo Testamento para designar las partes en que se divide la Biblia proviene de un error de los traductores latinos de la versión griega de la Biblia, quienes tradujeron como testamentum la palabra griega diatheké que podía significar, en realidad, dos cosas: “deseo” o “voluntad”, y también “acuerdo” o “convenio”. El nombre de la Biblia en Griego se refiere al antiguo y al nuevo convenio de Dios con los hombres y no a un testamento, lo que no tendría el menor sentido; pero las religiones conservan el nombre, tal vez por tradición.