domingo, 27 de septiembre de 2015

¿SABÍAS QUE?

Sarcasmo o sarcástico es una palabra de creación culta, documentada en el idioma español desde 1757, en la Rhetórica, de Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781), con el significado de “burla mordaz o sangrienta”, tomada del latín sarcasmus y este, derivado del griego sarkasmós, que se formó, a su vez, a partir del verbo sarkázein “desollar”, con origen en sarx, sarkós “carne”. 

La palabra, al igual que el calificativo sangrienta aplicado con frecuencia a ciertas burlas, se basa en la idea de que estas pueden ser tan mordaces que es como si arrancaran a su víctima un pedazo de carne. 

La palabra griega sarkós está presente en otras palabras no vinculadas a sarcasmo, como sarcófago, etimológicamente 'carnívoro', 'devorador de carne'; sarcolema 'membrana que envuelve cada una de las fibras musculares', sarcoma 'un tipo de tumor muscular maligno' y polisarcia 'obesidad morbosa'. 

domingo, 20 de septiembre de 2015

"ATORRANTE"

En la región del Río de la Plata (Argentina) circula un mito según el cual la palabra atorrante se habría formado a partir de inscripciones en unos caños de alcantarilla instalados en el algún lugar de Buenos Aires, dentro de los cuales solían guarecerse personas indigentes hacia fines del siglo XIX. Esos caños tendrían impreso en relieve el nombre del fabricante, un tal A. Torrant. 

El problema de esta “etimología”, divulgada en la prensa y algunos libros, es que nunca nadie pudo mostrar un caño con esas características, ni un documento en que se mencionara el nombre del supuesto fabricante, a pesar de los esfuerzos de investigadores contemporáneos. Se trataba de una etimología falsa, inventada no sin algún ingenio, que encontró campo fértil en el hecho de que nadie la había estudiado antes. 

En realidad, se trata de un vocablo peninsular, participio activo del verbo atorrar, muy poco usado en España, pero que podemos encontrar en escritos de autores como Emilia Pardo Bazán, Ramón del Valle Inclán y Camilo José Cela. 

La palabra atorrante se conservó con más vitalidad en las Islas Canarias, desde donde llegó hasta las costas del Río de la Plata. Llama la atención que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la localice como regionalismo en Argentina y en Uruguay, pero que la tercera acepción, “vagabundo sin domicilio fijo” la sitúe, además, en Costa Rica y República Dominicana, pero no la ve como canarismo. No debe ser casual el hecho de que todos estos países hayan recibido un abundante caudal inmigratorio procedente del archipiélago. 

La Academia Canaria de la Lengua recoge el vocablo como propio de las islas y lo define así:

1- adj. Dicho de una persona, que elude el trabajo con picardía. U.t.c.s. “Aquí hay que justificarse y trabajar, que para atorrante estoy yo, que soy el patrón”.

2- adj. Fv. Golfo, bribón, pícaro. U. t. c. s. “Se casó con un atorrante y ahora tiene que trabajar más que antes”.

martes, 15 de septiembre de 2015

domingo, 13 de septiembre de 2015

EL ANHELO DE TRIUNFAR

Este es un artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad en la "Revista Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 67 del mes de setiembre de 2015. Es una publicación mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo Quesquén, en donde –además de "Escritor"–, soy el responsable de la "Corrección Gramatical" de gran parte de dicha revista.
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Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez

Todos anhelamos ser felices y llevar una vida plena y en perfecto equilibrio. Sin embargo, para muchos, esta armonía es imposible. Diría que no pudiéramos sincronizar nuestra vida familiar con nuestros retos profesionales, o nuestras ambiciones financieras con nuestras metas espirituales. A veces pensaríamos que no se puede balancear nuestra alimentación, ni nuestras relaciones, ni nuestra cuenta bancaria. Así que, hemos terminado por creer que este equilibrio es imposible de lograr. Nos escudamos tras el absurdo paradigma: «nada es completo en la vida», que todo triunfo vendrá acompañado de un gran sacrificio en otro, ya que es irracional tener todo lo que se desea.

Mis objeciones a esta propuesta ilógica son: «Toda persona puede ser tan feliz como se proponga serlo», y «todos tenemos más control sobre nuestras vidas del que creemos tener». El caso es que hay que merecerlo, es decir, uno mismo es el que tiene que trabajar en pos de nuestras metas, ya que otro no lo va a hacer por uno.

Todos podemos diseñar una vida de armonía entre las diferentes facetas de nuestro ser y convertirnos en personas íntegras. ¿Cómo? La respuesta es sencilla:

El PRIMER PASO es «aceptar un 100% de la responsabilidad de nuestro éxito»; es decir, ser libres, y esto implica asumirse (especialmente de nuestros errores). Es fácil racionalizar nuestra mediocridad y culpar a terceros por nuestros fracasos si de antemano hemos aceptado erróneamente que la responsabilidad de nuestro éxito y felicidad no es enteramente nuestra. Bien decía el poeta Amado Nervo: «Porque veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino».

El SEGUNDO PASO consiste en «asegurarnos de que en nuestro proceso de fijar metas a corto y largo plazo, tengamos presente no descuidar ninguna de las múltiples facetas de nuestra existencia». El éxito profesional, por ejemplo, es de poquísimo valor si lo obtenemos a costa de nuestra salud, o si crea un distanciamiento entre nosotros y nuestros seres queridos. Cuando nos dispongamos fijar objetivos y desarrollar nuestro plan de acción, debemos sentar metas profesionales y familiares, metas para nuestro crecimiento intelectual y espiritual, metas que respondan a nuestras necesidades de esparcimiento y diversión, metas que nos ayuden a mantener buena salud y un buen estado físico, y también metas financieras.

Imagínate por un momento que tu mente es como una gran empresa, una planta generadora de ideas, sueños y propósitos. Una de tus responsabilidades más importantes en esta empresa es hacer un balance y un inventario de todos tus intangibles para elaborar tu propio “plan de vida”, y para ello cuentas con la ayuda de tu «junta directiva». Esta «junta directiva» está compuesta por tu “ser profesional”, tu “ser intelectual”, tu “ser familiar”, tu “ser salud junto a tu estado físico”, tu “ser recreativo”, tu “ser financiero” y, sobre todo, tu “ser espiritual”.

Tu trabajo consiste en escuchar a cada uno de los «siete miembros de tu junta directiva», descubrir cuáles son sus metas más ambiciosas y escuchar atentamente sus quejas, de manera que al desarrollar tu plan de éxito personal, cada una de las siete facetas de tu ser se vean representadas. Si no escuchas las necesidades de cada una de ellas, es muy posible que tu plan de vida no responda bien a los múltiples intereses de tu ser. Esto traerá como resultado una existencia fuera de balance, caótica, rivalizando siempre con tus semejantes, incapaz de decir no cuando es necesario decirlo, mezclando tolerancia con sometimiento y marcada por los continuos conflictos internos entre los diferentes aspectos de tu vida, algo que particularmente lo veo a diario en muchos profesionales de hoy.

Si desarrollas un plan de éxito en donde consideres las múltiples necesidades de tu ser, es decir, «escuchando a cada uno de los siete miembros de tu junta directiva», habrá armonía en toda tu vida, habrá paz, habrá felicidad, habrá éxito, y verás cómo es posible alcanzar que estas siete individualidades cooperen y trabajen juntas proyectándote las herramientas, la energía y la visión que te permitan vivir una existencia plena. 

Descubrirás cómo es posible triunfar profesionalmente sin tener que sacrificar la relación con tu pareja o con tus hijos. “Lograrás erradicar aquel viejísimo paradigma” que te había condicionado a aceptar que si deseabas triunfar, debías trabajar duramente, olvidándote de tu recreación y hasta de tu salud. Comprenderás que es viable mantener un balance entre lo material y lo espiritual. Así que, «ignora a quienes profesan que es imposible hacerlo todo». El obtener una vida balanceada “debe ser la meta más importante de cada persona” que verdaderamente desee ser feliz; salvo mejor parecer.