domingo, 29 de septiembre de 2013

CAMBIOS DE AYER Y DE HOY

Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez

Este es un artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad en la "Revista Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 53 del mes de setiembre de 2013. Es una publicación  mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo Quesquén, en donde -además de ser "Escritor"-, soy el responsable de la "Corrección Gramatical" de gran parte de dicha revista.       
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Hablamos bastante de los cambios en la empresa, y es que muchos trabajadores cuarentones o más hemos vivido varios cambios importantes: el trabajo por objetivos, la informatización, los equipos, la reingeniería, la globalización, los viajes, los métodos de comunicación, el empowerment, los sistemas de calidad, el e–learning, el PC, internet, la avalancha de información, etc. Hemos tenido que ir adaptándonos a todos ellos; pero también se vivieron formidables cambios en el pasado.

Diría que hoy nos ha tocado vivir una época de enormes cambios; pero el hecho es que los trabajadores de hace 110 años también vivieron grandes novedades. Podemos reflexionar sobre los cambios sociolaborales más impactantes de nuestros días. Fijémonos ahora, y de modo simultáneo, en algunos detalles del siglo XXI. En seguida convendremos en que se asistía igualmente a grandiosos cambios hace unos 110 años; pero también advertiremos, al formularlos, un cierto paralelismo de signo cambiante. Unas tendencias parecen sostenerse 110 años después, y otras parecen manifestarse en sentido contrario:

*En torno a 1900, el desarrollo del telégrafo, el teléfono y el ferrocarril reducía las distancias.
*En torno a 2000, el desarrollo de los medios de transporte y comunicación parece eliminar las distancias y fronteras entre naciones: es la globalización.
*En torno a 1900, nuevas oportunidades de negocio impulsaban la iniciativa empresarial.
*En torno a 2000, nuevas oportunidades de negocio, muchas veces on line, impulsan la iniciativa empresarial... Con desiguales resultados.
*En torno a 1900, aparecían los directivos asalariados: empleados contratados para dirigir.
*En torno a 2000, los ejecutivos asalariados son objeto de sospecha: algunos altos ejecutivos se enriquecen desmesuradamente, mientras sus empresas se devalúan.
*En torno a 1900, se consolidaba el concepto de “obrero”.
*En torno a 2000, se avanza en el concepto de “trabajador del conocimiento”.
*En torno a 1900, se formalizaban las iniciativas de formación en la empresa.
*En torno a 2000, se consolida el concepto de aprendizaje permanente, y se va trasladando el protagonismo al individuo.
*En torno a 1900, se organizan los primeros congresos de gestión empresarial.
*En torno a 2000, hay congresos diarios, y muchos por videoconferencia.
*En torno a 1900, había elevadas cotas de analfabetismo por reducir.
*En torno a 2000, se aborda el analfabetismo informático, y se empieza a pensar en el analfabetismo informacional.
*En torno a 1900, las materias primas constituyen el foco de riqueza.
*En torno a 2000, la materia prima es –en muchos casos– la propia información: se consolida la “Sociedad de la información”.

La lista es enorme, solo pretendía insistir en que los cambios no son exclusivos de nuestros días, sino de todo el tiempo. Por eso, enfoquémonos sobre los cambios a que estamos yendo en nuestra propia trayectoria laboral en este siglo. He concluido la relación haciendo referencia a la “información” que, sin duda, parece una herramienta de trabajo para todos, cuando no una sólida materia prima. En esta “Sociedad de la información” de nuestros días, la mayoría ya nos identificamos con la idea de “trabajador del conocimiento”, formulada por Peter Drucker en varios de sus libros; pues la información, más que una herramienta, es una “materia prima”. Por eso, muchos tenemos una computadora conectada a Internet. Acudimos a la revolución informática décadas atrás, y asistimos ahora, por medio de Internet, a la “revolución de la información”.

LA INFORMACIÓN: EL GRAN CAMBIO DE HOY
Si de hace 110 años nos queda la imagen del “trabajador manual”, recordemos que fue hace más de 50 años cuando el ya citado profeta del management (Peter Drucker) acuñó la expresión “knowledge worker” (trabajador del conocimiento) para referirse a trabajadores que manejan la información y toman las mejores decisiones. No obstante, aunque aceptemos que muchos de nosotros tenemos que completar nuestro perfil profesional como nuevos “knowledge workers”, diría que el progreso es lento y que no siempre tomamos las decisiones que nos habría conducido a un mayor grado de conocimiento, derivado de un acceso proactivo a información más completa e idónea.

«El conocimiento es la capacidad de actuar», es decir, de tomar las mejores decisiones; pero el hecho es que la demanda de conocimientos crece más deprisa que el aprendizaje, y también más deprisa que los esfuerzos de organización del saber (gestión del conocimiento). Insisto: para los “trabajadores del conocimiento”, la información es la “materia prima esencial” (recomiendo aquí leer los libros: “Instrumentos para la gestión del conocimiento”, del Dr. Heinz Mandl y “Navegando hacia el cuarto paradigma”, de José R. Bentancourt Tang).

Todos vivimos de manera especial el aprendizaje continuo; a menudo debemos actuar pidiendo ayuda a nuestra imaginación, intuición y, sobre todo, hacer uso cotidiano de especiales destrezas informacionales. Habiendo dejado el aprendizaje de ser una actividad casi pasiva (escuchar al docente) para empezar a exigir una permanente actitud proactiva, el individuo precisa ahora de nuevas y específicas competencias informacionales; necesita, entre otras capacidades, la habilidad de aprender por sí mismo a partir de la información disponible (no siempre muy didáctica, ni muy rigurosa, ni muy a mano).

De modo que, entre los muchos cambios a que estamos asistiendo en los últimos años, cabe destacar la necesidad de
«aprender continuamente», y, en sintonía con esto, la necesidad de «aprender a aprender». De esto ya hemos oído hablar, pero quería moverles a la reflexión sobre el hecho de que, a veces, son los propios conocimientos ya almacenados los que nos impiden la llegada de otros de nueva vigencia (recomiendo aquí leer el libro: “Parálisis paradigmática”, de Yuri Von Berner Serbolov); no olvidemos tampoco el “aprender a desaprender”, que tendría algo que ver con la adaptabilidad, la amplitud de miras, el pensamiento reflexivo, el autoconocimiento y autocuestionamiento.

CONCLUSIÓN: Me pareció útil comparar el panorama cambiante en momentos que coinciden con el inicio de este milenio, porque, ya en la escena de años atrás, se produjeron muchos intentos de relacionar aquellos cambios con el calendario. Incluso, se habló de la llegada del “tercer milenio” (como si no hubiera pasado nada antes de Cristo), enfatizando o dramatizando quizá más los cambios emergentes.

Pero la vida es corta y no llegaremos al final de este siglo, bastaría con que hoy en día viéramos con claridad el panorama del 2040 ó 2030 o, simplemente, 2020. Tras este modesto intento de tomar impulso en el tiempo, les propongo que pongan a prueba su visión de futuro. Hagan sus propias reflexiones, aun cuestionen esta pequeña dosis de información que les doy fruto de mi modesto recorrido literario, y aprovechen la energía cinética para hacer ejercicios de análisis a su propio pasado y futuro. ¿Qué exigencias de aprendizaje y desarrollo se harán visibles en el 2020? ¿Somos conscientes de nuestra propia situación hace apenas 5 ó 10 años? ¿Cómo viven los cambios? Pensemos en ello, salvo mejor parecer. 

Portada de la edición Nº 53 de la "Revista Avancemos"

domingo, 22 de septiembre de 2013

PÍLDORAS GRAMATICALES

¿La abreviatura de hectárea, ha, es igual en plural y en singular? Por ejemplo, de 100 hectáreas, ¿cuál es la forma correcta: a) 100 ha o b) 100 has?
Las unidades de medida no se abrevian mediante abreviaturas (que llevan punto), sino mediante símbolos (carecen de punto de cierre). Los símbolos son completamente invariables en número: m (metro, metros); g (gramo, gramos); kg (kilogramo, kilogramos); ha (hectárea, hectáreas), etc. Entonces: 100 ha es la representación abreviada de 100 hectáreas; obviamente si ha es el último término de una oración, habrá que colocar un punto, que no corresponde al símbolo, sino al cierre de la oración. 
Ejemplos: Dividieron el terreno de 100 ha en tres partes iguales. El terreno colindante tiene aproximadamente 100 ha. 

martes, 17 de septiembre de 2013

ETIMOLOGÍA DE "ZONZO"

Se trata de una "creación primaria del idioma", lo que significaría que no nos fue legada desde una lengua anterior ni la tomamos de otra contemporánea, según la hipótesis de Corominas, quien coteja la palabra con la variante castellana sonso y con el vasco zozo y xoxo del mismo significado. 

Cree que se trata de una categoría de vocablos de sonido análogo, "formados con repetición de la consonante y a veces de la vocal, como tonto, chocho, ñoño, fofo, lelo, memo". Sin embargo, en gallego de Pontevedra, el alimento zonzo es lo que en Castilla se llama soso

En portugués y en gallego, sonso significa lo mismo que el español tonto y el italiano tonto y tondo, así como el rumano tindala, aunque afirma Corominas que en todas partes se trataría de "creación local, lo que explica las muchas variantes".

El etimólogo catalán menciona también la expresión italiana "andare a zonzo". En el Dizionario della Lingua Italiana, de Tommaseo y Bellini (Turín 1865), encuentro que zonzo es probablemente voz onomatopéyica formada a partir del zumbido que producen al volar los mosquitos, las abejas y otros insectos. En esa obra se sostiene que "andare a zonzo" significa en italiano 'andar vagando por aquí y allí, sin destino cierto'; como los mosquitos o las avispas. 

En el portugués de Brasil existe el verbo zanzar, probablemente tomado del italiano, que denota 'andar al acaso, sin destino cierto, de un lado a otro'. Este significado es el mismo que tiene en ese país el verbo zanzar, usado principalmente en la expresión andar zanzando que significa, como en italiano, 'andar sin destino definido, como quien no tiene mucho que hacer'. 

En el Río de la Plata se usa el verbo zoncear 'hacer o decir tonterías', 'hacer cosas propias de un zonzo'.

viernes, 13 de septiembre de 2013

PENSAMIENTOS DEL MES

DERROTA:
“Hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria”.
-Jorge Luis Borges-

PENAS:
“Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón”.
-Miguel de Cervantes-

IDEALISMO:
“Un idealista es una persona que ayuda a otra a ser próspera”.
-Henry Ford-

COMPLACER:
“Métanse a querer dar gusto a todos, que es imposible, y vienen a disgustar a todos, que es más fácil”.
-Baltasar Gracián-

ERRORES:
“El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada”.
-Johann Wolfgang Goethe- 

sábado, 7 de septiembre de 2013

SABER DIRIGIR

Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez

Artículo de mi autoría publicado en primicia y exclusivamente en la “Revista Imágenes” (Chepén) en su edición Nº 24 del mes de agostosetiembre de 2013. Publicación mensual y regional porque circula en varias provincias de los departamentos de La Libertad, Lambayeque y Cajamarca, la misma que es dirigida por el Sr. Hernán Baltazar Suárez Vásquez y en donde además de “Escritor” soy “Asesor Gramatical” de dicha revista.
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Hay bastante información sobre el estilo correcto de dirigir: el autocrático, el paternalista, el burocrático, el democrático, etc. En este tercer milenio, todos ya sabemos que no existe un estilo ideal y que –en el caso de existir– sería una mezcla de varios de los estilos mencionados, junto a una gran empatía, criterio, sentido común y, sobre todo, flexibilidad o adaptabilidad.

Muy al margen de los títulos nobles o académicos que tengas, son poquísimos los directivos que tienen la capacidad y voluntad para aplicar una buena combinación. Insisto, dirigir no es un asunto de información ni de conocimientos académicos, sino de criterio, sentido común, «inteligencia emocional» y voluntad de aplicarlos. En otras palabras: actitud proactiva, no reactiva (“Es tu ACTITUD y no tu APTITUD la que determina tu ALTITUD” –Albert Einstein–).

El arte de dirigir no es una materia de matemáticas ni de aprender cómo funciona el Plan General Contable. Dirigir eficientemente implica voluntad y deseo de aplicar lo aprendido, asimismo, efectuar un cambio en nuestros paradigmas mentales, en nuestra conducta, en nuestra manera de ser; dirigir no es cuestión de aptitud, sino de actitud. Es tener interés por nuestros empleados, interesarnos por sus deseos, necesidades, ser empáticos, ser flexibles, escucharlos, motivarlos, etc. Todo eso no se podrá conseguir si no tenemos la voluntad de provocar un cambio al interior de nosotros, por mucha instrucción académica que poseamos. Reitero, no se trata de inteligencia cognoscitiva, sino de «inteligencia emocional», y esta –según los expertos– es más importante que la inteligencia cognoscitiva.

El estilo ideal de liderazgo es aquel que se adapta a cada empleado. Ser como el oro de 24 k; tener un estilo dúctil, maleable, versátil y flexible. No podemos aplicar a todos el mismo estilo. Personalmente he visto que en «Liderazgo situacional», del doctor Pierre Lanarés, dirigen en función del individuo en particular y de cada situación específica, y no en forma general. Para cada empleado tampoco debemos utilizar siempre el mismo estilo. En algunas ocasiones, un trabajador preferirá un estilo democrático y, tal vez en otras, tendremos que utilizar un estilo más paternalista; es cuestión de sentido común, olfato, intuición, empatía, etc. Ahí reside la habilidad del líder, en reconocer qué estilo utilizar en cada momento.

El jefe debe estar al servicio del equipo y no a la inversa ¿paradójico, verdad? Tenemos la concepción invertida, es decir paradigmas mentales errados. Ese nuevo paradigma rompe con muchas estructuras mentales establecidas, pero nos ayuda a comprender que –en la medida en que seamos capaces de satisfacer las necesidades de todos los miembros del equipo– los resultados serán mejores.

Todavía son muchos los directivos que no consideran prioritario el “ocuparse de su equipo” o confunden en qué consiste “ocuparse de su equipo”. Ocuparnos de nuestro equipo o empleados implica interesarnos por su motivación, fortalecer la cohesión dentro del equipo, no tratar como simples medios a las personas que lideramos, estar próximos a los empleados, ser percibido como uno más dentro del grupo, etc. (“Un líder es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar a gente más inteligente que él” –John F. Kennedy–).

Un jefe no es un líder. El jefe es quien ejecuta lo que el líder ha planificado. El líder es quien marca la ruta. Es un gestor de oportunidades, es a quien le siguen porque confían en él. Es fácil ser jefe y muy difícil ser líder. Muchos altos ejecutivos solamente tienen el poder formal cedido por la empresa, pero no tienen el poder que les otorga el equipo o sus seguidores. Por eso, muchos de ellos son déspotas, autoritarios, gritones, etc. para ocultar su pequeñez o incapacidad de dirigir, porque en el fondo saben que el poder que tienen es solo el que la empresa les ha dado, pero no el poder que les da los seguidores o trabajadores. El verdadero líder consigue “hacer”, no por la autoridad formal que posee, sino por la autoridad que le otorgan sus “seguidores”. Una vez más: ¡Es cuestión de «inteligencia emocional»! (“El respeto de quienes nos inspiran respeto vale más que el aplauso de una multitud” –A. H. G–).

Solo en nuestro país se sataniza la excelencia por nuestra mediocridad, en unos casos, y por ineptitud, en la mayoría de los casos. Si soy un directivo y –por mi autoritarismo y zalamería– creo ser competente, pues voy a temblar cuando llegue algún colega mucho más eficiente que yo; evidentemente, ahí voy a rivalizar con él. Por eso es muy dañino mantener el absurdo paradigma de: “Si no atropellas a otros, te atropellan”. Observa detenidamente a esos subnormales y descubrirás que son los menos productivos o exitosos; simplemente viven asustados aferrándose constantemente a lo que no depende de ellos. ¡Qué deplorable! Salvo mejor parecer. 

Portada de la edición Nº 24 de la "Revista Imágenes"

martes, 3 de septiembre de 2013

¿SABÍAS QUE...?

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define vituperar como “criticar a alguien con dureza, reprenderlo o censurarlo”, pero, etimológicamente, esta palabra significa 'parar el vicio o el mal hábito'. En efecto, vituperar proviene del latín vituperare, que se formó a partir de vitium 'vicio' y parare 'parar', o sea, 'reprender para evitar una mala costumbre'. 

La palabra había llegado al idioma latín procedente de la raíz indoeuropea wei-, encontrada en palabras se asocian con el concepto de vicio o error

En español tenemos también el vocablo vituperio, que denota un 'insulto que supone deshonra' o un 'acto deshonroso'.