viernes, 29 de julio de 2011

PENSAMIENTOS DEL MES


COMPRAR
“No compres nunca lo que te sea inútil bajo el pretexto de que es barato”
-Thomás Jefferson-

AMISTAD
“El que prescinde de un amigo es como el que prescinde de su vida”
-Sófocles-

DESGRACIA
“Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron”
-Michel Eyquem de Montaigne-

DEBILIDAD
“La debilidad de actitud se vuelve debilidad de carácter”
-Albert Einstein-

TRABAJAR
“Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti”
-Albert Einstein-

sábado, 23 de julio de 2011

EL DON DEL LENGUAJE

Desde tiempos inmemoriales, los hombres se han preguntado por el origen de la más notable singularidad de su especie: el lenguaje. Cuenta Heródoto que en el siglo VII a.C., el primer faraón Saita, Psamético I, convencido de la existencia de una lengua adánica, ordenó que dos niños fueran criados en total aislamiento y bajo la estricta vigilancia de pastores mudos. Una vez los pequeños llegaron a la edad en que todos los infantes comienzan a hablar, el faraón los hizo traer ante sí, solo para descubrir que las pobres criaturas apenas modulaban una palabra, «beco», que significa «pan», en frigio, de lo cual el gobernante concluyó que este antiguo lenguaje de Asia Menor debió ser el primero que conociera el hombre.
Durante décadas se creyó que los niños adquieren la lengua materna por imitación. Como en la leyenda de Kaspar Hauser, los pequeños irían asociando secuencias sonoras con los objetos de su entorno. Mediante la repetición incesante aprenderían los sustantivos; luego asimilarían los verbos, los adjetivos, los adverbios…, remedando frases que escuchan de sus padres, en un lento proceso de aprendizaje similar a cualquier otro.
Pero no hay que ser un lingüista para descubrir cuán ingenua resulta esta idea. Cualquier padre que haya seguido de cerca el desarrollo cognitivo de sus hijos puede constatar cómo los niños construyen multitud de frases que jamás podrían haber escuchado. No es raro que inventen nuevos verbos, como en la súplica «papi, atoállame». Las irregularidades brotan de manera espontánea: dicen «rompido» en lugar de «roto»; o conjugan en forma «correcta», contrario a los caprichos de la cultura, ciertos verbos irregulares: «yo hicí», en lugar de «yo hice». Improvisan así mismo sustantivos derivados como, «papi, mira mi furiosidad»; o encuentran novedosos usos para los adjetivos, como en la frase «el señor tiene el pelo arrugado», para expresar que alguien tiene el cabello ensortijado. De niños bilingües cuyos idiomas nativos son el Inglés y el Español es posible escuchar expresiones como «quiero mi tostada con sin nada»; o «se fueron sinmigo», la forma inversa más lógica del pronombre personal «conmigo». Alrededor de los cuatro años, los angloparlantes dicen «goed» en lugar de «went», contrario a lo que oyen de sus mayores.
En todas las culturas humanas, los bebés comienzan con un balbuceo innato que también aparece en los niños sordos, el cual antecede a las primeras palabras. Al año y medio ya poseen un vocabulario de una decena de palabras que usan de forma aislada. Comienzan luego a asociar palabras de dos en dos, de tres en tres…, en un proceso universal, el cual ocurre de igual manera en todos los lenguajes conocidos. A la edad de tres años pueden concatenar hasta diez palabras seguidas; a los seis, su vocabulario puede alcanzar las trece mil palabras. Si hacemos los cálculos, descubrimos que los niños adquieren el vocabulario a velocidad vertiginosa, incorporando en promedio una nueva palabra cada dos horas. Un adulto culto puede llegar a conocer alrededor de cincuenta mil vocablos, número que triplica el total de palabras usadas por Shakespeare en todas sus obras.
Pero, quizá la mejor prueba del don innato del lenguaje sea la existencia de los llamados creoles, entre los cuales el más estudiado tal vez sea el hawaiano. A finales del siglo XIX, miles de trabajadores provenientes de China, Portugal, Japón, Corea, Rusia, España, Filipinas y otros países fueron llevados a Hawái para laborar en las plantaciones de caña. En esta Babel del Pacífico, la urgencia de un lenguaje común dio origen a un popurrí rudimentario hecho de fragmentos de las lenguas propias, llamado genéricamente «sabir», carente de sintaxis, paupérrimo en vocabulario, y que apenas permitía una forma elemental de comunicación. Pero el prodigio lingüístico de los niños se manifestó en forma inesperada en las generaciones siguientes. Como reporta el lingüista Derek Bickerton, en forma casi milagrosa, los pequeños transformaron de súbito esta colcha de retazos en una lengua coherente, expresiva y completa, dotada de una rica gramática y una fonética propia; una invención de todos y de nadie; una creación de la especie.
Pero el más extraordinario de todos los creoles tal vez sea el lenguaje de signos inventado por los niños sordos de Nicaragua, un idioma tan complejo y rico como cualquier otro, muy distinto de la idea inocente que se tiene de los lenguajes de signos, como conjuntos de gestos torpes que apenas permiten una comunicación primaria. Casos como este proporcionan la demostración más contundente de la existencia de una compleja preprogramación genética para el lenguaje, un don que la evolución fraguó a lo largo del lento proceso de hominización, y que nos convirtió en criaturas lingüísticas, ¡así lleguemos mudos a este mundo!
Si el lenguaje se aprendiese como se aprenden las matemáticas, habría que esperar hasta la pubertad para empezar a balbucear. Pero es en ese preciso momento cuando se pierde la facultad para hablar con fluidez y sin acento una nueva lengua. Las investigaciones de Jean Piaget sobre el desarrollo de la inteligencia muestran que solo alrededor de los doce años los niños comienzan a manejar reglas formales abstractas, una habilidad elemental en comparación con las complejas reglas implícitas involucradas en la elaboración y comprensión del lenguaje. Si estuviésemos igualmente dotados para la música, las prodigiosas interpretaciones de Glenn Gould o Yo-Yo Ma no causarían más impresión que la cháchara casual entre dos amigos que conversan en un café. Ha transcurrido más de medio siglo desde que el gran lingüista Noam Chomsky insinuó por primera vez lo que aún se considera sacrílego en buena parte de la academia: la existencia de una naturaleza humana, una sin la cual sería imposible el milagro del lenguaje. En sus propias palabras: «Una lengua es un sistema extraordinariamente complejo […] una hazaña intelectual insuperable para una criatura que no hubiese sido específicamente diseñada para llevar a cabo esa tarea».

sábado, 16 de julio de 2011

EL LATÍN DEL MES

Mihi contuenti se persuásit rérum natura nihil incredíbile existimare de ea.
“La contemplación de la naturaleza me ha llevado a no considerar nada como increíble”
-Plinio, el Viejo-

domingo, 10 de julio de 2011

HOMÓNIMOS: HOMÓFONOS Y HOMÓGRAFOS

En el idioma Español hay vocablos idénticos en cuanto a la pronunciación, sobre todo para los hablantes hispanoamericanos que no pronunciamos diversamente la s, la c y la z. A estas voces podemos llamarlas homófonas (de igual sonido), pero no homógrafas (porque no se escriben con las mismas letras) como sucede con estas parejas: haya, árbol y haya, del verbo haber; costear, hace el gasto y costear, navegar con la costa a la vista. Las que para nosotros son homófonas, resultan ser parónimas (de pronunciación parecida) para los que pronuncian debidamente la c, s y z: caza y casa; vez y ves (del verbo ver); haz (del verbo hacer) y has (del verbo haber); paces y pases; cebo y sebo; zumo y sumo.

Teniendo en cuenta que hay homófonos sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios, preposiciones, conjunciones e interjecciones, nos detendremos en esta nota a considerar parejas de verbos únicamente. Abrasar: reducir a brasa; abrazar: ceñir con los brazos; acechar: observar, aguardar cautelosamente; asechar: poner o armar asechanzas; acecinar: salar las carnes; asesinar: matar; acedar: poner aceda, agriar; asedar: poner suave como la seda; apostar: poner personas o caballerías en un puesto o paraje; apostar: hacer apuesta; asolar: destruir, arrasar; asolar: producir el calor o la sequía efectos no deseados; aterrar: producir terror; aterrar: bajar el suelo, acercarse a tierra, derribar, abatir; atestar: henchir una cosa hueca, colocar excesivo número de personas o cosas; atestar: testificar, atestiguar; bolear: arrojar la bola o bolas en un juego o contra algo o alguien; volear: golpear una cosa en el aire para impulsarla.

La lista podría continuar, pero basta para demostrar que, detrás de las palabras que se escriben muy parecidas y hasta con las mismas letras, se esconden significados distintos según sea el origen sobre el que se formaron. Así, recabar proviene del Latín recaptare, re y captare, tomar, es decir, recoger, recaudar, ganar, y ahora, alcanzar, conseguir con instancias o súplicas lo que se desea.
Recavar (homófono del anterior, pero no homógrafo, porque no se escribe igual), de cavare: levantar y mover la tierra; volver a cavar, ahondar, penetrar.

jueves, 7 de julio de 2011

PÍLDORAS GRAMATICALES


Cuando junto el prefijo "ex" a una palabra que empieza con "r", ¿debo utilizar "doble r" (exrrector) o mantengo una sola "r" (exrector)?
Se escribe una sola r; sólo se duplica cuando después de la prefijación o la composición, la r cae entre vocales: antirracial, prerromano, ítalorruso; pero: subrayar, desrizar, posromanticismo, exrector. Tampoco se duplica después de l, n, s: alrededor, sonreír, israelí.

domingo, 3 de julio de 2011

LA PALABRA DEL MES: "ABOGADO"

En nuestra lengua, abogado es no sólo el profesional del derecho, sino también aquel que aboga por alguien, en el sentido de "interceder por él".
Esta palabra proviene del participio pasivo del verbo latino advocare, compuesta por ad y el verbo vocare, con la denotación "llamar a alguien en auxilio o para representar a alguien ante un juez", pero también se empleaba para significar "declarar, debatir".
Terencio escribió: Aliquos mihi amicos advocabo “Llamaré a algunos amigos en mi auxilio”.
El verbo se empezó a usar en Español en el siglo XIII como advocar. El participio pasado advocatus dio lugar en nuestra lengua a abogado.
Cabe hacer notar que, como ocurre en muchos casos, la palabra portuguesa equivalente -advogado- se mantuvo más cercana al Latín.
“Entre todas las especies de tiburones, sobrevive una: Los abogados”
-Discovery Channel-