El periódico parisino “Le
Petit Journal” convocó en 1894 la primera carrera de automóviles de la
historia, que tuvo lugar el 22 de julio de ese año en un trayecto de 126 km
entre las ciudades francesas de París y Rouen. El vencedor de la prueba —en la
que participaron 102 competidores— fue el conde Jules de Dion, uno de los
pioneros de la industria automovilística europea, a bordo de un De Dion Bouton
equipado con un motor de vapor. El vehículo del ganador había sido fabricado
por la sociedad que De Dion mantenía desde 1882 con Georges Bouton y Armand
Trépardoux. Los demás corredores utilizaron todo tipo de motores: los había eléctricos, varios de vapor
y hasta algunos de aire comprimido, pero lo que más llamó la atención fue una
máquina nueva, propulsada por un émbolo movido por la explosión de los gases de
la nafta, un combustible extraído del petróleo, aceite mineral que hasta
entonces se usaba para iluminación.
El conductor de este último coche, cuyo nombre la historia no registró, se quedó probablemente sin saber que estaba inaugurando la industria más poderosa de la historia humana, capaz de suscitar guerras interminables y crisis incesantes, derribar gobiernos y construir fortunas sin precedentes.
La palabra “petróleo” fue tomada del latín medieval petroleum, formada por petra 'piedra' (en alusión al carácter mineral del producto) y oleum 'óleo', 'aceite' (aceite de piedra).
Uno de los primeros registros en castellano es de Melchor Gaspar de Jovellanos, en 1778, cuando describe en sus Diarios un horno para la producción de carbón de piedra en Asturias: “Por el tubo saldrá el humo mezclado con el petróleo y pasará a un lavadero, por dentro del cual han de penetrar otros tubos de barro cocido, para irse refrescando y cuajando el petróleo, que ha de salir a caer en sus receptáculos”.
En portugués se mantuvo igual, fue adoptada como pétrole en
francés; como petrolioen italiano; y como petroleum y oil en
inglés, pero en alemán se prefirió Erdöl,
literalmente 'aceite de la tierra'.
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