Alguien
podría pensar que los monjes medievales, encerrados en sus monasterios, con el
pensamiento limitado por los muros de la filosofía escolástica, mantenían entre
sí conversaciones triviales, limitadas a la vida cotidiana. La expresión
discusión bizantina o bizantinismo alude a las discusiones vacías que algunos
afirman que eran comunes en la Iglesia en los tiempos del Imperio Romano de
Oriente. Se dice que, cuando los otomanos estaban a punto de tomar Bizancio,
los dignatarios eclesiásticos y los gobernantes estaban ocupados en discutir el
sexo de los ángeles.
En esas discusiones se hizo habitual la expresión tichi michi 'para ti, para mí' en latín vulgar, formada a partir del latín clásico tibi, mihi. A partir de mediados del siglo XVII, se registra en español el vocablo tiquismiquis para referirse a «reparos o escrúpulos por motivos de ínfima importancia» o a «modos corteses ridículamente afectados».
Un ejemplo de uso lo encontramos en este texto del escritor argentino Manuel Mujica Lainez, en su novela “El escarabajo” (1993):
[...] tales extravagancias se debían al
nepotismo resultante del cercano parentesco que unía a Morgana y Arthur, y a
gruñir que cuando ellos desembarcaron no habían sido objeto de tantas
urbanidades y tiquismiquis, no obstante la superioridad de la
imperial jerarquía, pero Carolus cortó, colérico y enigmático, sus refunfuños,
vociferando que se acordase de que los recién llegados eran ingleses.
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