domingo, 23 de diciembre de 2012

¿SEXO O GÉNERO? ¡QUÉ CONFUSIÓN!

Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez

Artículo de mi autoría publicado exclusivamente en la “Revista Avancemos” (Chepén) en su edición N° 48 del mes de diciembre de 2012. Revista mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo Quesquén.

Gato, gata; loro, lora; perro, perra; gallo, gallina; oveja, carnero; toro, vaca…, son sustantivos animados de género masculino o femenino que representan a animales de sexo macho o hembra. Igualmente, hombre y mujer son sustantivos animados de género masculino y femenino, respectivamente, que representan a personas de sexo masculino o femenino. Pero eso no es todo, veamos esto: la mano, el pie; la cara, el pelo; la uña, el dedo; la casa, el carro; la billetera, el cigarro; la computadora, el celular… ¿Será que estos sustantivos inanimados, que representan a partes de nuestro cuerpo u objetos, tienen sexo?

“La confusión está clarísima”          -Lucio Anneo Séneca-

La gran confusión entre sexo y género penaliza varias veces a la lengua española y hace que muchas palabras suenen mal. Por ello, el discurso vaga de tal manera, que puede hacer que en el lector o en el oyente del mismo se produzca un rechazo que lo inutilice. El proceso de aplicar el sexo en vez del género es más difícil o imposible en idiomas como por ejemplo el inglés, que distingue los géneros en algunos artículos, pero no en los sustantivos ni adjetivos. En nuestro idioma español, mucha gente confunde “sexo” con “género”, porque los géneros van también –como ya lo hemos visto– en sustantivos inanimados (la uña, femenino; el pie, masculino;  la casa, femenino; el carro, masculino; la mesa, femenino; el libro, masculino; etc.) y en adjetivos determinativos (esa, femenino; ese, masculino; esta, femenino; este, masculino, etc.).

Los sustantivos (personas, animales, plantas o cosas), entre otras características, poseen género gramatical con el que deben concordar los determinantes y adjetivos: la (artículo femenino) manta (sustantivo femenino) gruesa (adjetivo femenino). El sexo, por otra parte, es una condición biológica específica de las personas, animales y plantas; por lo tanto, sexo y género son dos conceptos totalmente diferentes.

Imaginen una noticia así: «La portavoza, que había sido testiga de una atroza pelea en la sesión, señaló que la edila de la representación rivala no era jueza imparciala a la hora de calificar a la concejala de mártira de la lídera de la agrupación medioambientala». Este texto sería un claro ejemplo si aplicamos a las palabras la distinción por sexo y no por género. Y es que en el mundo entero –cualquiera sea el idioma–, los vocablos tienen género, pero no sexo. Y mientras los sexos son dos: «masculino y femenino» en las personas, y «macho y hembra» en los animales, los géneros pueden ser –si hablamos del español– hasta seis: femenino, masculino, neutro, común, epiceno y ambiguo. Por tanto, feminizar1 algunas palabras no significa convertirlas al sexo femenino, sino al género femenino.

Términos como: concejal, edil, dirigente, aspirante, presidente, portavoz, docente, sindicalista, periodista, imparcial, mártir, etc. pueden representar a los dos sexos, aunque sean de “géneros” distintos de femenino y masculino (epiceno).

Según la “Real Academia de la Lengua Española” (RAE), los sustantivos epicenos son los que con un solo género (sea masculino o femenino) se refieren a seres vivos (personas, animales o plantas), pero que no poseen ninguna marca formal que permita determinar su sexo. Como personas tenemos: víctima, criatura, personaje, rehén, vástago, etc., también están aquí los verbos de origen latino en su forma no personal participio activo (cantante, presidente, estudiante, sufriente, etc.); como animales: búho, camaleón, culebra, hiena, hormiga, jirafa, lechuza, liebre, rata, sapo, tiburón, víbora, etc.; y, como vegetales: espárrago, palmera, plátano, sauce, anís, etc.

En estos casos, la RAE nos dice: Para determinar el género del sustantivo epiceno y, por ende, el sexo de quien nos estamos refiriendo, tenemos que anteponer al sustantivo epiceno un artículo determinante o indeterminante (el, la, los, las; un, una, unos, unas); anteponerle un adjetivo determinativo indefinido (sea cualitativo, cuantitativo o distributivo); o colocarle antes o después un adjetivo calificativo (varón, mujer; macho, hembra; bueno, buena; manso, mansa; gordo, gorda; etc.).

Uno de mis profesores de Gramática, Redacción y Estilística de la Universidad Nacional Autónoma de México, en una oportunidad me hablaba de intención cuando el uso lingüístico decide la indistinción de los géneros. No soy un doctor en Gramática, Lingüística, Paleología ni en Filología, pero sí tengo la autoridad suficiente en el tema, y por ello opino que la evolución del idioma inglés lo ha llevado a situar el género solamente en algunos artículos y pronombres. Esa debería ser la tendencia de nuestro idioma español. Sonaría mejor y, sobre todo, confundiría menos a la gran mayoría de gente, ¿no creen? Salvo mejor parecer.


(1) «Feminizar» es una voz que no está contemplada en el “Diccionario de la RAE” ni en el “Diccionario panhispánico de dudas de la RAE”; «masculinizar», sí.

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