El
teléfono celular o móvil puede constituir uno de los sistemas más modernos de
telecomunicaciones, pero la palabra que usamos para denominarlo (CELULAR) hunde sus raíces en la
prehistoria. En efecto, los pueblos indoeuropeos empleaban la raíz “kel-“ para expresar las ideas de
«ocultar», de «encerrar» y de «proteger».
A
partir de esa raíz, se formó en latín “cella”
para indicar «habitación pequeña». Esta voz latina dio lugar en castellano a “celda”, vocablo que inicialmente
designaba a los claustros de los monjes medievales y las pequeñas habitaciones
que les correspondían en los monasterios.
El
diminutivo latino de “cella” era “cellula”, que los romanos usaban para
nombrar las pequeñas divisiones hexagonales de un panal de abejas; llegó al idioma
español como “célula”, aunque fue una
palabra poco usada hasta el siglo XVIII, cuando los nuevos descubrimientos de
la Biología llevaron al conocimiento de la célula como unidad anatómica y
fisiológica de los organismos vivos.
Y
cuando la Química necesitó un nombre para un nuevo material formado por
microscópicas celdas vacías, utilizó la palabra “celulosa”; es decir, «con
aspecto de célula». De un derivado de este material, la “nitrocelulosa”, pudo
obtenerse lo que se llamó “celuloide”, que sirvió de soporte para las películas
cinematográficas hasta los años setenta del siglo XX.
A
lo largo del siglo pasado, la electrónica fue desarrollando diversas
invenciones que permitieron generar electricidad mediante pequeños dispositivos
montados en envoltorios, para los cuales se adoptó el nombre de “célula
fotoeléctrica” o “célula solar”.
Y
llegamos al teléfono móvil, que funciona mediante una tecnología que establece
la división del territorio en pequeñas áreas geográficas, cada una de las
cuales se llama “célula”; el conjunto
cubre toda el área de funcionamiento del sistema. Por esa razón, los teléfonos
móviles son denominados también “celulares”.
Alguien
puede preguntarse ¿por qué ciertos vehículos de la policía destinados al
transporte de presos son llamados “coches celulares” o “furgones celulares”? En
este caso, la palabra no tiene nada que ver con teléfonos móviles, sino que se
refiere a la antigua denotación de “celda”, como la de los monjes, aunque en
este caso se trate de los presos; es decir:
«describe un vehículo con celdas o que funciona como una celda de prisión
rodante».
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