Este es un
artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad en la
"Revista Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 68 del mes de octubre
de 2015. Es una publicación mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo
Quesquén, en donde –además de "Escritor"–, soy el responsable de la
"Corrección Gramatical" de gran parte de dicha revista.
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Por:
Nicanor Alfredo Camacho Núñez
Desde muy pequeño, y cada
vez que veía a alguien caminar con muletas, he escuchado a algún adulto decir: “¡Ve
ese señor inválido!”. Ya más grandecito, me di cuenta de que la palabra “inválido”
significa que no vale, que no sirve, lo cual me pareció absurdo decirle a
alguien que no vale por el simple hecho de tener alguna limitación física (el
prefijo “in” significa nulidad o
carencia).
“El precio te lo puede colocar la gente, pero el valor te lo pones tú mismo”
–T. Harv Eker–
Hoy en día, observo que
muchas personas confunden varios vocablos relacionados con estas dos palabras: “incapacidad”
con “discapacidad”, ¡incluso hasta profesionales de la
salud! Eso me parece muy espantoso, ni
siquiera son sinónimos en absoluto. A continuación daré una breve comparación
de la definición de cada una y los tipos que existen.
El
término “discapacidad” fue aceptado por la Real Academia de la Lengua Española
hace unos 12 años. Existen otras palabras más comunes como “incapacidad”,
“minusválido”, “inválido”, etc. que pueden dar a entender que las personas con
discapacidad son personas “sin habilidad”, “de menor valor” o “sin valor”. En
comparación con estas tres últimas acepciones, la discapacidad tiene que ver únicamente
con la “disminución de una capacidad en
algún área específica”, por lo que, el uso de este término reconoce que
todos los individuos que poseen alguna discapacidad tienen mucho que contribuir
a nuestra sociedad. Por si fuera poco, en la gran mayoría de peruanos –incluidos
muchísimos profesionales de hoy–, si
los comparamos intelectualmente con la gente promedio de las grandes potencias del mundo, vemos deplorablemente
que numerosísimos de ellos tienen una discapacidad
intelectual y no están conscientes de eso. Sin embargo, estos son los
primeros en burlarse solapadamente de otros que tienen alguna discapacidad
física; limitación, que me parece, de menor magnitud con respecto a la
intelectual.
“Nadie te puede hacer sentir inferior sin tu consentimiento”
–Eleanor Roosevelt–
DISCAPACIDAD: La Organización Mundial de la
Salud (O.M.S.) define la discapacidad como “la pérdida de la capacidad funcional
secundaria, con déficit en un órgano o función, y que trae como consecuencia
una reducción (no nulidad) en el funcionamiento intelectual y en la capacidad
para afrontar las demandas cotidianas del entorno social.” Es decir, tiene
alguna limitación física o intelectual, pues el prefijo “dis” significa merma, baja o reducido.
Tipos de discapacidad: Físicas,
que afectan a los movimientos como la columna bífida, síndrome post-polio o
parálisis cerebral, etc.
Sensoriales, afectan a uno o más sentidos como
la ceguera o sordera.
Cognitivas como el autismo, etc.
INCAPACIDAD: Según la Real Academia de la Lengua
Española lo define así: “1- f. Carencia de capacidad para hacer,
recibir o aprender algo. 2- f. Falta
de entendimiento o inteligencia. 3-
f. Falta de preparación o de medios para realizar un acto. 4- f. Estado transitorio o permanente de una persona que, por accidente
o enfermedad, queda anulada en su capacidad laboral. 5- f. Der. Carencia de
aptitud legal para ejercer válidamente determinados actos, o para ejercer
determinados cargos públicos.”
Repito, en nuestra sociedad existe, aun hoy en día, una gran confusión
acerca de la diferencia entre una “incapacidad” y una “discapacidad”, la cual
provoca la errónea visión de que las personas con alguna discapacidad
no pueden realizar las actividades que los demás realizan, tales como ir a la
universidad, trabajar o hacer ejercicio.
Como ya hemos visto, las discapacidades se refieren a alguna limitación
provocada por una alteración física o intelectual por el cual la persona no
puede realizar ciertas actividades
de la vida cotidiana. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de las
personas discapacitadas SÍ pueden
realizar, con mayor dificultad tal vez, muchísimas de las actividades que
las personas comunes hacen, incluyendo tener un trabajo que les permita valerse
por sí mismas.
En cambio, la incapacidad se refiere más bien a un estado, que puede ser
permanente o transitorio, provocado por algún accidente o enfermedad que impida
a una persona la capacidad de estudiar o laborar; por tanto, no puede valerse
por sí misma.
Los
discapacitados no son incapacitados
a pesar de las dificultades que se les presenten para realizar las actividades
comunes, pues con apoyo y tratamientos adecuados pueden hacerlo. Lo importante
es que consideremos a las personas con discapacidad como iguales y que se les
dé la oportunidad de desarrollar las mismas actividades que cualquier persona,
entre ellas trabajar. Sobre todo, animarlos a que lo conciban, ya que muchas
veces lo necesario es que se les haga entender que pueden hacerlo. Olvidemos
los prejuicios que nos hemos formado y demos espacio a nuevas formas de ver a
las personas discapacitadas como miembros activos de nuestra sociedad. Tampoco
quiero decir que a las personas incapacitadas debemos subestimarlas; nada de
eso.
Acaso, ¿han olvidado que absolutamente todos hemos nacido temporalmente incapacitados?
(observen a los bebés). Al final de nuestras vidas también vamos a estar incapacitados
o, al menos, discapacitados cuando lleguemos a ancianos, si es que no hemos
muerto antes.
En resumidas cuentas, los médicos especialistas (psicólogos,
psiquiatras, neurólogos, neumólogos, cardiólogos, etc.) son los únicos que
pueden evaluar a alguien y calificarlo como discapacitado o incapacitado, salvo
mejor parecer.
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