Este es un artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad
en la "Revista Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 61 del mes de diciembre
de 2014. Es una publicación mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo
Quesquén, en donde –además de ser "Escritor"–, soy el responsable de
la "Corrección Gramatical" de gran parte de dicha revista.
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Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez
El Diccionario de la Real Academia
Española –DRAE– (2014) lo define así: adj. «Que tiene virtud para producir un efecto». «Implícito, tácito».
(Fís.) «Que tiene existencia aparente y no real». Esta última definición de la palabra virtual viene haciendo una
carrera tan trascendental desde la explosión del auge de las computadoras y del
internet.
El vocablo “virtual” fue
adoptado en el terreno de la informática pensando en su primera definición («Que tiene virtud para…») y
también en la tercera, usada en la Física –más precisamente en la Óptica– para
referirse a algo: «Que tiene existencia aparente y no
real», como
también en la Mecánica para definir el concepto de “velocidad virtual”.
En las lentes convergentes,
por ejemplo, los rayos provenientes de un objeto cualquiera convergen hacia un
punto en el cual se forma una imagen de ese objeto. Es el principio utilizado
en las cámaras fotográficas, en las cuales los rayos provenientes del objeto fotografiado
convergen y forman una imagen real e invertida de ese objeto sobre la
superficie sensible.
En el caso de las lentes
divergentes esto no ocurre, los rayos divergen y no se forma ninguna imagen
real. Sin embargo, los ópticos encontraron conveniente para algunos de sus
cálculos considerar la idea de que a partir de un determinado punto, las
prolongaciones de los rayos divergentes convergen hacia un punto anterior al
lente, donde se formaría una imagen que no existe más que en el cálculo
matemático; una imagen virtual.
Hoy en día, en la analogía
creada en el mundo de las computadoras, cuando se habla de una “reunión” de
personas que se encuentran en lugares distantes, pero que se comunican entre sí
mediante cámaras de televisión, me parece muy adecuado que se hable de reunión
virtual. Y cuando queremos referirnos a uno de esos sitios del internet
en los que se ofrecen mercaderías que podemos adquirir sin levantarnos de
nuestra silla, enviando por la computadora el número de nuestra tarjeta de
crédito, también me parece perfectamente correcto que se hable de tienda
virtual.
Tampoco cabe discutir la
expresión realidad virtual, que
designa el efecto producido por programas informáticos que suministran al
usuario estímulos visuales, auditivos e incluso táctiles que le dan la
sensación de vivir en una realidad diferente, como ocurre en los simuladores de
vuelo o en algunos programas para arquitectos que permiten visitar una casa que
está a la venta desde su propia computadora. Se trata de artificios que nos permiten
dirigir aviones que no existen o visitar casas que no están allí. No son
reales, son virtuales, como nos indica la definición del diccionario.
Sin embargo, he visto y
escucho por doquier a muchísimos usuarios de computadoras que, deplorablemente,
no saben de dónde proviene este término ni por qué se lo usa al hablar de
reuniones, de tiendas o de otras entidades virtuales. Esos usuarios han
adoptado este adjetivo para referirse incorrectamente
a todo lo que tenga que ver con informática o con la Internet. ¡Qué lamentable!
Hace algunos días, un amigo
mío que acababa de comprarse unos libros a través de la Red me comentó que
había hecho “unas compras virtuales”. Aunque las hubiera hecho vía Internet,
sus adquisiciones no tenían nada de
virtual, eran BIEN REALES, como
mostraban los gruesos y pesados volúmenes que mi amigo se disponía a leer.
Hoy en día, sabemos que
millones de personas hacen “amigos” a través de sus conexiones electrónicas. Pero
no importa cuál haya sido la forma de establecer estas relaciones, se trata
siempre de personas reales, con pasiones y sentimientos auténticos, no son
amigos virtuales, como muchos suelen decir, inclusive yo varios años atrás.
Una amiga mía, que se pasa
muchas horas por día sentada ante su computadora, solía quejarse de que tanto tiempo virtual no le deja un momento
libre para, por ejemplo, leer un libro. No creo que haya sido de su agrado,
pero tuve que explicarle que era una gran idiotez, que el tiempo que se pasa bien
sentada ante su computadora es muy real.
A pesar de mi extenso
recorrido literario, todavía no he podido entender qué son las comunicaciones virtuales ni por qué son
llamadas de esa manera tan absurda. Cuando enviamos por la Internet un mensaje,
este no tiene nada de virtual. Por
más que circule por un cable o por el espacio en forma de bits, es una comunicación BIEN
REAL. Por tanto, estoy de acuerdo con la definición de comunicación, pues
alguien va a leerla en el algún lugar; pero no con lo de virtual. Si
quisiéramos comunicarnos en forma virtual no podríamos hacerlo, pues cada vez
que una señal de cualquier tipo es trasmitida entre dos personas se establece
una COMUNICACIÓN REAL.
Resumiendo: debemos tener muy en cuenta que si un
fenómeno se refiere a los números dígitos, del uno al diez o a los instrumentos
que cuentan estos números, podemos calificarlo como digital; pero no siempre
como virtual. Y si un fenómeno ocurre merced al uso de la tecnología
electrónica, podremos calificarlo como electrónico, pero no siempre como
digital ni como virtual; salvo mejor parecer.