domingo, 26 de enero de 2014

DÉJENME SENTIR

Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez

Este es un artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad en la "Revista Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 56 del mes de enero de 2014. Es una publicación mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo Quesquén, en donde –además de ser "Escritor"–, soy el responsable de la "Corrección Gramatical" de gran parte de dicha revista.  
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“Dios mío: concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia”
–Epícteto de Frigia–

Los tiempos que corren en este mundo globalizado marcan una tendencia muy clara a exaltar lo que se piensa y dejar a un lado o, simplemente, ignorar lo que sentimos. Esta “realidad” nos ha colocado en un panorama muy desolador en nuestro único contacto valedero y trascendente: nuestra relación con nosotros mismos.

“No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de agradar a todo el mundo”                          
 –Woody  Allen–

Quizás tú, amigo o amiga, te asombres al ver cómo se le da tanta importancia a esta tan devaluada relación con nosotros mismos, pero siento comunicarte que recién ahí se inicia el resto de nuestras relaciones, las cuales viviremos igual como vivimos la nuestra.

Podríamos resumir entonces que, la crisis relacional del hombre contemporáneo parte de aquí y, quizás, nos está pidiendo a gritos volver al sentir y, sobre todo, dejarnos sentir.

Es normal que cuando vemos a alguien, sea niño o adulto, en su más legítima expresión emocional exista una tendencia natural a juzgarlo, o simplemente castrarlo por parecernos inconveniente e inoportuna. Si se ríe demasiado, de alguien o de algo se estará burlando; si llora, pobrecito: “¡Por favor deja de llorar!”; si explota de ira: “¡Qué persona tan inadecuada, conflictiva y enrollada, creó una tensión innecesaria!”; y, si estás pletórico de entusiasmo, no faltará el (seudo) “realista” que te traiga a la vergüenza, cuando te diga: “veamos cuánto te dura, si te ríes mucho hoy, llorarás mañana, así que mejor reprime”. …Podría decir, sin temor a equivocarme, que estamos en zona prohibida para sentir ¡Qué aberración!

“He aprendido que un hombre solamente tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”                        
 –Gabriel  García  Márquez–

Todo esto ha desembocado en una crisis emocional endógena (interna) que nos mantiene jugando al TODO ESTÁ MAL, la cual mantiene al planeta enfermo; no de ganas de morirse, sino de pocas ganas de vivir. Así nos traga una rutina sorda, pues nuestra cotidianidad va perdiendo brillo, poder, luz, y una soledad acompañada se vuelve insoportable. En este estado, las adicciones, los ansiolíticos y cualquier supuesta evasión (nada se evade, simplemente se posterga) llenan nuestro bolsillo o cartera como cualquier elemento, pensando simplemente en que: ESTO PASARÁ, o TOTAL, TODOS LO HACEN, y por ahí se nos va la vida.

“El hombre pasa la primera mitad de su vida haciendo cosas que arruinen la otra mitad”
–Anónimo–

Hay que crear una consciencia del sentir, permitir y estimular que la gente aprecie y exprese libremente sus sentimientos (sin perjudicar a nadie, evidentemente). Hace unas semanas, en una tienda que frecuento con regularidad, una señora me preguntaba llena de ansiedad qué podía hacer para ayudar a su hija adolescente que tenía dos días llorando porque su enamorado la dejó por otra y a ella se le partía el alma al verla llorar. Le dije: “¡Qué bueno que llore!, el cuerpo tiene su propio límite, y el mundo emocional sus propias y adecuadas calmas”.

“El dolor, mientras no se convierta en verdugo, es un gran maestro”  
–Concepción  Arenal–

El que esa joven pueda llorar este triste –y necesario– suceso, le permitirá vivirlo al límite y cerrar un duelo para convertirlo en instrumento para crecer. Y a ella, la madre, le dije que la abrazara y le permitiera llorar libremente y que de paso se alegrara porque su hija ejerce la libertad de sentir y expresar. Este dolor (no sufrimiento) le permitirá tomar consciencia que para un joven (hombre o mujer) hay algo más importante en la vida que una relación así.

Sé que esto no es lo convencional, pero es que lo convencional está vencido y hasta satanizado, pues entonces, tenemos que volver al BIENESTAR que nos robó el BENEFICIO. Cuando alguien detona su mundo emocional por una buena o no tan buena razón, le devuelve a la vida una ruta para seguir y una luz para caminar consigo mismo en una sensible, consciente y fructífera relación con nosotros mismos que, luego del llanto, del dolor, la desolación y el mal rato, te aseguro, florecerán para ti; salvo mejor parecer.

“¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero, cuestan tanto!”
–Groucho  Marx–

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