Por: Nicanor
Alfredo Camacho Núñez
Este es un
artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad en la "Revista
Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 56 del mes de enero de 2014. Es una
publicación mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo Quesquén, en
donde –además
de ser "Escritor"–, soy el responsable de la "Corrección
Gramatical" de gran parte de dicha revista.
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“Dios mío: concédeme la
serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el
valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para
establecer esta diferencia”
–Epícteto de
Frigia–
Los tiempos que corren en este
mundo globalizado marcan una tendencia muy clara a exaltar lo que se piensa y
dejar a un lado o, simplemente, ignorar lo que sentimos. Esta “realidad” nos ha
colocado en un panorama muy desolador en nuestro único contacto valedero y
trascendente: nuestra relación con nosotros mismos.
“No conozco la
clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de agradar a todo
el
mundo”
–Woody Allen–
Quizás tú, amigo o amiga, te
asombres al ver cómo se le da tanta importancia a esta tan devaluada relación
con nosotros mismos, pero siento comunicarte que recién ahí se inicia el resto
de nuestras relaciones, las cuales viviremos igual como vivimos la nuestra.
Podríamos resumir entonces que, la crisis relacional del hombre
contemporáneo parte de aquí y, quizás, nos está pidiendo a gritos volver al
sentir y, sobre todo, dejarnos sentir.
Es normal que cuando vemos a
alguien, sea niño o adulto, en su más legítima expresión emocional exista una
tendencia natural a juzgarlo, o simplemente castrarlo por parecernos
inconveniente e inoportuna. Si se ríe demasiado, de alguien o de algo se estará
burlando; si llora, pobrecito: “¡Por favor deja de llorar!”; si
explota de ira: “¡Qué persona tan inadecuada, conflictiva y enrollada, creó una
tensión innecesaria!”; y, si estás pletórico de entusiasmo, no faltará el
(seudo) “realista” que te traiga a la vergüenza, cuando te diga: “veamos cuánto
te dura, si te ríes mucho hoy, llorarás mañana, así que mejor reprime”. …Podría
decir, sin temor a equivocarme, que estamos en zona prohibida para sentir ¡Qué
aberración!
“He aprendido que
un hombre solamente tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha
de ayudarle a levantarse”
–Gabriel García Márquez–
Todo esto ha desembocado en una crisis emocional endógena (interna) que nos
mantiene jugando al TODO ESTÁ MAL, la cual mantiene al planeta enfermo; no de
ganas de morirse, sino de pocas ganas de vivir. Así nos traga
una rutina sorda, pues nuestra cotidianidad va perdiendo brillo, poder, luz, y
una soledad acompañada se vuelve insoportable. En este estado, las adicciones,
los ansiolíticos y cualquier supuesta evasión (nada se evade,
simplemente se posterga) llenan nuestro bolsillo o cartera como cualquier
elemento, pensando simplemente en que: ESTO PASARÁ, o TOTAL, TODOS
LO HACEN, y por ahí se nos va la vida.
“El hombre pasa la
primera mitad de su vida haciendo cosas que arruinen la otra mitad”
–Anónimo–
Hay que crear una consciencia del sentir, permitir y estimular que la gente
aprecie y exprese libremente sus sentimientos (sin perjudicar a nadie,
evidentemente). Hace unas semanas, en una tienda que frecuento con regularidad,
una señora me preguntaba llena de ansiedad qué podía hacer para ayudar a su
hija adolescente que tenía dos días llorando porque su enamorado la dejó por
otra y a ella se le partía el alma al verla llorar. Le dije: “¡Qué
bueno que llore!, el cuerpo tiene su propio límite, y el mundo emocional sus
propias y adecuadas calmas”.
“El dolor, mientras
no se convierta en verdugo, es un gran maestro”
–Concepción Arenal–
El que esa joven pueda llorar este triste –y necesario– suceso, le permitirá
vivirlo al límite y cerrar un duelo para convertirlo en instrumento
para crecer. Y a ella, la madre, le dije que la abrazara y le
permitiera llorar libremente y que de paso se alegrara porque su hija ejerce la
libertad de sentir y expresar. Este dolor (no sufrimiento) le permitirá tomar
consciencia que para un joven (hombre o mujer) hay algo más importante en la
vida que una relación así.
Sé que esto no es lo
convencional, pero es que lo convencional está vencido y hasta satanizado, pues
entonces, tenemos que volver al BIENESTAR que nos robó el BENEFICIO. Cuando
alguien detona su mundo emocional por una buena o no tan buena razón, le
devuelve a la vida una ruta para seguir y una luz para caminar consigo mismo en
una sensible, consciente y fructífera relación con nosotros mismos que, luego
del llanto, del dolor, la desolación y el mal rato, te aseguro, florecerán para
ti; salvo mejor parecer.
“¡Hay tantas cosas
en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero, cuestan tanto…!”
–Groucho Marx–