martes, 3 de enero de 2012

¿SABÍAS QUE...?

Para la doctrina católica, la "envidia" es uno de los siete pecados capitales. Unamuno dice en sus escritos: «es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual»".

La envidia fue estudiada por el Psicoanálisis, en especial por la austríaca Melanie Klein (1882-1960), quien investigó numerosas formas de manifestación de ese sentimiento, el cual, según ella, era frecuentemente confundido con los celos. Klein propuso diferenciar claramente uno y otro, afirmando que los celos se basaban en el amor y suponían, de alguna forma, una relación entre tres personas, mientras que la envidia ocurría en una relación entre dos individuos.
La palabra “envidia” proviene del Latín invidia, -ae, que entre los romanos también designaba sentimientos tales como 'antipatía', 'odio', 'mala voluntad', 'impopularidad', 'celos', 'rivalidad'. Por ejemplo, invidia Numantini foederis significaba 'impopularidad del tratado con Numancia'.
El verbo que dio origen a esta palabra era invidere, que se traducía como 'mirar con malos ojos', 'envidiar', 'sentir antipatía', formado con el verbo videre 'ver' & mdash a partir del indoeuropeo weid- 'mirar'- con el prefijo latino in- 'contra'; o sea que, según el sentido primigenio del término, este sentimiento de cierta manera equivale a 'ver negativamente' o 'mirar con hostilidad'.
En Francés, la palabra envidia fue adoptada en 980 de nuestra era como enveie y, desde 1180, como envie; en Inglés, como envy; en Portugués, como inveja, y llegó a nuestra lengua en el siglo XIII por obra de Gonzalo de Berceo, quien usó también envidioso (lat. invidiosus) y envidiar

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