Justo en
esta fecha (martes 18 de noviembre de 1986) gané el título provincial de
físicoculturismo “Mr. Chepén 86” (absoluto). Fue una competencia en la “Plaza
de Armas” de nuestra ciudad. En ese entonces recién había cumplido 23 años, y
siete entrenando en el gimnasio “Malka” de Chepén. Siete años de entrenamiento
con muchísima intensidad (no cantidad), mucha disciplina, mucha tenacidad,
comiendo correctamente, etc.; es decir, un deportista de competición a carta
cabal (amateur).
Sin
necesidad de reírme ni burlarme de nadie, hoy en día veo a tantísimos jóvenes,
de ambos sexos, entrenar de muy mala gana, con el celular en la mano, comiendo
lo que sea (lo rico o placentero) y llevando una vida desordenada. A pesar de
todas esas deficiencias, se sorprenden de por qué no progresan como es debido.
Incluso, muchos de ellos usan anabólicos y anticatabólicos y, lo más deplorable
aún, ni con esas “ayudas” desarrollan una masa muscular considerable.
No
pretendo minimizar a nadie, pero después de 1986 no ha habido ningún otro Mr.
Chepén que haya tenido una gran masa muscular junto a una buena simetría. Todos
ellos han sido unos alfeñiques con varios dibujitos o adornitos por todo el
cuerpo, sin una gran musculatura, incluso varios de ellos hasta asimétricos (sin
mencionar el coeficiente intelectual); muchos de ellos usando anabólicos
esteroides ¡Qué deplorable! Modestamente (según las estadísticas), hasta la
fecha, soy el SEGUNDO físicoculturista más masivo y más destacado de la
historia de Chepén sin usar los anabólicos esteroides. Y es precisamente por
eso: «casi todos los físicoculturistas
llevan un entrenamiento de muy baja intensidad o demasiada cantidad de
ejercicios, comen lo que sea y llevan una vida muy desordenada». En esas
condiciones, ni los anabólicos esteroides les ayudan. Por ello y,
principalmente, debido a la poca autoestima y personalidad disminuida, no dudan
en aplicarse esas “ayudas” (anabolizantes) que la ciencia médica no los
recomienda.
En esa
época, cuando yo entrenaba, ya tenía el suficiente conocimiento y, sobre todo, la
suficiente minuciosidad para precisar cuánto ejercicio hacer y cuánta comida
ingerir, tanto fuera de temporada (época de volumen) como para competencia. Hoy
en día, en mucha gente existe la creencia errada de que más es mejor y se
sobreentrenan; que tal obsesión, pues no deja de ser un serio problema
psicológico o emocional. Aquí, como estudioso de la gramática española, agrego
que no es lo mismo pasión con obsesión, tenacidad con terquedad, dolor con
sufrimiento, intensidad con cantidad, energizante con estimulante, etc., etc.
Los primeros sustantivos están dentro de lo bueno o necesario; los segundos,
dentro de lo malo o perjudicial. Todo aquel que atenta contra su salud o su vida,
la ciencia médica lo considera un enfermo.
En ese
entonces, no conocía al magnate y escritor japonés radicado en EE.UU., Robert
T. Kiyosaki, pero aplicaba una premisa básica de él en mis entrenamientos y en
toda mi vida, que años más tarde la veo en mi extenso recorrido literario: «Siempre le pido consejos a alguien que está o
ha estado donde yo quiero estar». Estas
palabras del magnate japonés siempre las tengo presente para todo. Pues es
absurdo pedirle consejos a alguien que no tiene la autoridad moral ni
cognoscitiva.
Por eso,
siempre les recomiendo a mis clientes (hombres y mujeres) que se den lo mejor
de sí mismos, que jamás se den sus sobras; con sobras no se consigue nada bueno
en la vida. Les recomiendo que todo lo hagan con pasión (no obsesión),
entusiasmo, inteligencia, minuciosidad, etc., ya sea estudio, trabajo, deporte,
arte... Si yo me hubiera dado el tiempo que me sobraba, la energía que me
sobraba, etc., jamás hubiera desarrollado esa musculatura ni hubiera sido Mr.
Chepén ni, mucho menos, obtenido todos los títulos deportivos a nivel nacional
que conseguí. De igual modo, les recomiendo que, además de cultivar lo físico,
también lo hagan con el aspecto intelectual o cognoscitivo. Ya que me parece
muy humillante ver a una persona (hombre o mujer) muy atractiva físicamente y
con un intelecto muy reducido que se le nota a kilómetros cada vez que habla o
escribe. Siempre les recomiendo que cultiven tanto el “hardware” como el “software”.
Pues la vida y el mundo se caracterizan por esa dualidad, paridad o duplicidad
de dos cosas o situaciones opuestas o antagónicas, y es el equilibrio de estas dos
lo que hace la salud, éxito, felicidad, vida, etc.
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