Un VOLCÁN consiste en una fisura en la corteza de la tierra,
generalmente en forma de cono, en cuyo punto más alto hay un agujero que
conduce al interior del planeta. Por este agujero suele expelerse materia ígnea
en forma incandescente, que proviene de las profundidades de la Tierra.
Vulcano era el dios del fuego y de los metales en la mitología romana
–llamado Hefestos por los griegos–, casado con Venus, la diosa del amor y de la
belleza femenina (Afrodita para los griegos). Vulcano era herrero y, según la
tradición latina, tenía su taller en la cima del monte Etna, donde hay un
volcán, pero los griegos lo habían situado en la isla volcánica de Lemnos. Así
como del nombre de Venus se formó la palabra venéreo y de Afrodita afrodisíaco,
de Vulcano los romanos derivaron vulcanus, que llegaría a nosotros como volcán.
En español, la palabra se usó desde el siglo XIII; formaba parte,
inicialmente, del nombre de los tres volcanes italianos –Etna, Vesubio y
Stromboli– y luego, convertida en nombre común por los descubridores
castellanos y portugueses, se aplicó a los numerosos montes ígneos que hallaron
en áfrica, América y las Azores.
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