Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez
Artículo publicado en primicia y
exclusivamente en la “Revista Imágenes” (Chepén) en su edición N° 28 del mes de
marzo de 2014. Publicación mensual y regional porque circula en varias
provincias de los departamentos de La Libertad, Lambayeque y Cajamarca, dirigida
por el Sr. Hernán Baltazar Suárez Vásquez y en donde –además de “Escritor”– soy
el responsable de la "Corrección Gramatical” de una parte de dicha
revista.
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Para algunos, los errores
en la vida se escuchan a través de un amplificador de 30 watts. Otros, en
cambio, los escuchan a través de uno de 3,000 watts. Pueden ser los mismos
tropiezos, pero para unos son fallas y para otros son fracasos.
…Tú tenías una meta
importante. Quizás debías cumplir un estimado de ventas o implementar un
importante proyecto. Trabajaste arduamente por tu objetivo, pero no alcanzaste
los resultados esperados. Te sientes deprimido, fracasado e incompetente. Te
autocompadeces, te culpas y buscas las causas de tu derrota. Te consuelas
pensando en que el entorno económico es desfavorable, pero rápidamente te
invade la sensación de fracaso y te paraliza.
“Los límites son físicos; las limitaciones son mentales”
–Anónimo–
Este síntoma lo viven
muchas personas hoy en día. Vivimos en un entorno económico difícil y las
empresas cada vez ponen más énfasis en objetivos y metas medibles o
cuantificables. Es humano sentir frustración cuando erramos, pero el problema
está cuando la sensación de frustración se convierte en una de fracaso perpetua
y paralizante. Para algunas personas, el cielo siempre está despejado. Cuando
yerran, es como si una nube cubriera el Sol por un tiempo, pero los vientos de
su carácter lo vuelven a despejar rápidamente. Para otros, cuando las cosas no
resultan bien, el cielo trae un manto de nubes extenso del tropiezo que
mantiene el Sol oculto por mucho tiempo. El Sol no se ha ido, sigue brillando
intensamente y para todos; pero ¿cómo volver a verlo? Quizás entendiendo mejor
la naturaleza de los nubarrones del fracaso.
Son más negativos aquellos
que de niños percibieron a sus padres como exigentes, poco cariñosos y que sentían que su amor era condicional.
Me refiero a aquellos cuyos padres solo los premiaban con su cariño cuando
hacían todo perfecto y que los despreciaron o ignoraron cuando erraban. Cuando
estas personas no logran lo que anhelan, la frustración de fallar es aumentada
por una sensación de abandono y de falta de cariño. En la mente de estas
personas errar significa, en el subconsciente, que no recibirán el cariño de
sus padres y esto les genera mucho dolor. Cuando te sientas fracasado, trata de
diferenciar las dos emociones: la
generada por el temor subconsciente a que no te den cariño, y la generada por
la frustración consciente de no alcanzar las metas.
Por otro lado, cuando tenemos
una autoestima baja, errar es catastrófico. Una estima baja significa que
creemos que no somos competentes o que no valemos como personas. Tratamos de
ocultarlo esforzándonos por aparentar
ser exitosos a toda costa. Errar significa enfrentar nuestra peor pesadilla, la
posibilidad real de no ser competentes.
Errar es parte de la vida, solo los subnormales con poca
autoestima ríen cuando ven que el compañero falla. Como cuestiona el consultor Gary Brand, si estuvieras en un
hospital en cuidados intensivos y te estuvieran midiendo las pulsaciones del
corazón: ¿Qué preferirías tener?
¿Una línea que marque altos y bajos o preferirías una línea horizontal?
Obviamente, una línea de altos y bajos significan que estamos viviendo. De la
misma forma, en la vida existen altos,
pero también bajos; es parte del proceso. Lo importante es que le saquemos
provecho a las bajas y no nos quedemos paralizados con la sensación del
fracaso. Por eso siempre ten en
cuenta que cuando alguien se te acerca y se ríe de ver algún desliz tuyo, no lo
dudes, padece de poca autoestima, es un subnormal. Por lo tanto, no te
desanimes, ya que él es el fracasado y no tú y necesita engañarse, hacerse
creer que él no está tan mal y, realmente burlándose, esa persona siente una aparente satisfacción con el error tuyo.
Cuando erramos debemos
preguntarnos: ¿Cuáles fueron
nuestros tropiezos? ¿Qué debimos hacer diferente? No debemos perder el tiempo
torturándonos con pensamientos negativos y buscando culpables. Lo que debemos
hacer es analizar con objetividad la situación para aprender, ya que lo más
importante es: “jamás buscar
culpables ante ningún problema porque es estúpido, lo que debemos hacer siempre es analizar consecuencias”, es la única manera de poder enmendarnos y
no darle cabida a nuestro ego para que nos engañe culpando a otros. Simplemente
analizando consecuencias, es la mejor forma de aprender de nuestros errores.
“Que los pájaros de la preocupación y tensión vuelen alrededor de
tu cabeza, eso no lo puedes cambiar; pero
que ellos aniden en tus cabellos, eso sí lo puedes impedir”
–Proverbio Chino–
…Cuentan que un sacerdote
soberbio, que era muy buen orador, dio un discurso impactante y vio con placer
que un hombre lloraba. Se le acercó y le dijo: “Perdóneme que lo haya emocionado tanto, debo controlar mi
oratoria”. Pero el hombre respondió:
“¿De qué me habla? Lloro porque su barba me recuerda a mi chivo que recién
murió”.
Cuando solamente tenemos éxitos en nuestras vidas, debemos tener muchísimo cuidado. Podemos terminar con una ceguera por nuestro ego (soberbia) que nos haga creer superhombres, como el sacerdote de la historia. El que nunca se equivoca es el que no hace nada. Errar nos hace humanos, es parte de la vida, jamás lo olvides; nos recuerda que somos vulnerables. Es una buena medicina para tranquilizar nuestro ego, dándonos una buena dosis de humildad; salvo mejor parecer.
Cuando solamente tenemos éxitos en nuestras vidas, debemos tener muchísimo cuidado. Podemos terminar con una ceguera por nuestro ego (soberbia) que nos haga creer superhombres, como el sacerdote de la historia. El que nunca se equivoca es el que no hace nada. Errar nos hace humanos, es parte de la vida, jamás lo olvides; nos recuerda que somos vulnerables. Es una buena medicina para tranquilizar nuestro ego, dándonos una buena dosis de humildad; salvo mejor parecer.
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