domingo, 20 de abril de 2014

EL PODER DE LAS PALABRAS (1° PARTE)

Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez

Este es un artículo de mi autoría, publicado en primicia y exclusividad en la "Revista Avancemos" (Chepén) en su edición Nº 57 del mes de abril de 2014. Es una publicación mensual dirigida por el Sr. Julio César Angulo Quesquén, en donde –además de ser "Escritor"–, soy el responsable de la "Corrección Gramatical" de gran parte de dicha revista.  
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Absolutamente todo en el mundo obedece a una programación: los planetas están programados para desplazarse dentro de una órbita preestablecida con una precisión asombrosa; el ciclo de crecimiento de las plantas; el período de hibernación de algunos animales, su etapa de apareamiento…; los seres humanos, de igual modo, estamos programados para sentir hambre e ingerir alimentos, sentir sueño e ir a dormir, despertar, miccionar, defecar, menstruar, etc. Es el movimiento de la vida; nadie puede cambiar esa programación que Alguien Superior nos la hizo.

Desde niños, nuestros padres también nos programaron a través de sus actos o palabras, lo cual determinó nuestra personalidad en la etapa adulta. Si al niño se le grita, humilla, no se le deja pensar, decidir, sentir ni actuar, de grande va a ser una persona inepta, introvertida, cobarde, carente de personalidad: ese trato de infante (programación que le dieron sus progenitores) lo condicionó de esa manera. ¿Y cómo? A través de las palabras que le decían en su infancia. Su subconciencia fue programada para que de grande sea así; pero ese individuo –ahora adulto– tiene el poder de autoreprogramarse de otra forma más adecuada: claro, que esto le significará un trabajo de por vida. Por lo tanto, es crucial el qué y el cómo se le habla al niño, especialmente antes de los 6 años de edad (período de formación de la personalidad).

El filósofo y político hindú Mahatma Gandhi dijo: “Una mentira, porque todo el mundo crea en ella no se convierte en verdad”.

Nuestra subconciencia no sabe de bromas, por lo tanto, no te digas estupideces ni en forma de chacota. Una idea es solo eso: una idea en nuestra conciencia; es decir, es fácilmente erradicable, pero, si por mal hábito nos decimos una serie de errores o mantenemos una idea absurda por mucho tiempo en nuestra conciencia, esa idea será trasladada a nuestra subconciencia sin que nos demos cuenta. Esta idea descabellada será muy difícil de sacarla de nuestra subconciencia y, por ende, estaremos condicionados permanentemente para actuar de ese modo negativo según la creencia aberrante que radique en dicha subconciencia. Primero es la idea, luego la actitud; jamás es al revés.

Por ese motivo será que un Filósofo manifestó: “Los límites son físicos, las limitaciones son mentales”. De ahí la gran necesidad de tener siempre en nuestra mente (conciencia o subconciencia) buenas ideas, racionales y ecuánimes, ya que la mejor forma de autohipnosis es decirnos constantemente cosas absurdas o la de mantener ideas irracionales por mucho tiempo.

Así que, desde ahora y para siempre ten mucho cuidado con lo que grabas en tu disco duro o subconciencia, ya que esta es una realidad oculta que permanece dentro de nosotros y de la cual no nos damos cuenta ni la controlamos. Entonces, desde hoy y en adelante –como lo dijo el filósofo griego Demócrito hace 2.400 años– “Ya no te digas (ni hagas) estupideces, aprende a avergonzarte más ante ti que ante los demás”. He ahí la importancia y el poder de las palabras, salvo mejor parecer.  

PORTADA DE LA EDICIÓN N° 57 DE LA "REVISTA AVANCEMOS" 

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