Pagus se formó en latín a partir del verbo pango, pepigi, pactum, que significaba «plantar un vegetal», «clavar en la tierra», «implantar un hito o mojón». Como sustantivo masculino derivado del verbo, pagus era «la cosa clavada o plantada»; de allí la idea de un «territorio delimitado», el pago.
En una milonga de Manuel Fama, que se hizo célebre en el Río de la Plata interpretada por la orquesta de Juan D'Arienzo, se cantaba:
Soy del pago de
Areco,
tierra de Segundo
Sombra,
la paisanada me
nombra,
y en el fogón se
oye el eco [...]
Pensemos en el
ocaso del Imperio romano y en la Alta Edad Media: las personas nacían, vivían la vida entera y morían sin jamás
haber salido de su pueblo. Cuando el cristianismo se extendió por el Imperio
romano, principalmente después de Constantino —que gobernó en el siglo IV de
nuestra era—, hubo pequeños poblados rurales, los pagos, adonde la nueva
religión demoró siglos en llegar, de manera que sus habitantes, los paganos, no
estaban bautizados. También hubo gente que huyó de las grandes ciudades y se refugió
en los pagos para no verse obligada a adherirse al cristianismo.
Poco a poco, pagano fue cambiando de sentido para referirse no ya a los habitantes de los pagos, sino a las personas que no estaban bautizadas por el rito cristiano.
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