Por: Nicanor Alfredo Camacho Núñez
Artículo de mi autoría publicado en primicia y exclusivamente en la “Revista Imágenes” (Chepén) en su edición Nº 23 del mes de julio de 2013. Publicación mensual y regional porque circula en varias provincias de los departamentos de La Libertad, Lambayeque y Cajamarca, la misma que es dirigida por el Sr. Hernán Baltazar Suárez Vásquez y en donde –además de “Escritor”– soy “Asesor Gramatical” de dicha revista.
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Dos buques de guerra se
hallaban haciendo maniobras de entrenamiento en el mar con fuertes tempestades
durante varios días. Mi amigo servía en uno de ellos y estaba de guardia en el
puente cuando caía la noche. La visibilidad era muy pobre, había mucha niebla;
de modo que el Comandante permanecía sobre el puente, supervisando todas las
maniobras.
Poco después de que
oscureciera, el vigía, que estaba en un extremo del puente, informó:
“¡Luz a estribor!”
“¡Luz a estribor!”
¿Rumbo directo o se desvía
hacia la popa?, gritó el Comandante.
El vigía respondió: ¡Directo, Comandante! Lo que
significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión
inexorable con aquel barco.
El Comandante llamó inmediatamente
al encargado de emitir señales. ¡Envía este mensaje: “Estamos a punto de chocar, aconsejamos cambiar 20 grados su
rumbo”!
Inmediatamente llegó otra
señal de respuesta: “¡Aconsejamos
que ustedes cambien 20 grados su rumbo”!
El Comandante molesto dijo: “Marinero, contéstale: ¡Soy Comandante, cambie usted su rumbo 20 grados!”
“Soy marinero de segunda
clase –nos respondieron–, mejor cambie usted su rumbo 20 grados”. El Comandante
estaba ya hecho una fiera y espetó: Contesta
“¡Soy un acorazado, imbécil! Cambie
usted su rumbo 20 grados”.
La linterna del
interlocutor envió su último mensaje: “Yo
soy un faro”. ¿Cambiamos nuestro rumbo?
Por tener paradigmas
mentales absurdos, ¿cuántas veces nos hemos encontrado en una situación similar
en la conducción de nuestra vida o empresa, nublándosenos nuestra cabeza por el
simple hecho del rango, empleo, experiencia previa, títulos, etc. que
ostentamos? Si no tenemos la suficiente consciencia o capacidad para ver más
allá de nuestras narices, actuamos estúpidamente, como el comandante de la
anécdota.
Estamos convencidísimos de
algo que nos parametramos ahí; y esto no es más que un errado paradigma mental
individual. Por lo tanto, avancemos siempre, pero conscientes de cuál es nuestro lugar y nuestro entorno, ya que
somos un pequeñísimo ente en la tierra y debemos adaptarnos al mundo, no al
revés. Por ello, debemos saber dónde
estamos, para de ahí actuar adecuadamente, sin creer que uno es absoluto
(caso del comandante).
De no ser así, actuaremos
encerrados en nuestro mundo (paradigma mental errado) hasta que nos chocamos
con la realidad, y recién ahí empezamos a tomar consciencia; generalmente
después de la caída, con los daños inexorables e irreversibles que este nos
ocasionó. Por eso es que, toda persona que tenga éxito en este exigente tercer
milenio, se caracterizará por manejar con flexibilidad tres variables: Anticipación, innovación y excelencia.
LA EXCELENCIA
es el tercer vértice del triángulo del éxito, porque es el fundamento de este
nuevo siglo. Hasta hoy, las empresas, profesionales, etc., que manejan la excelencia,
habían centrado en ella su ventaja competitiva. De ahora en adelante, esta
ventaja será solamente el precio que tendrán que pagar para poder ofrecer sus
productos o servicios. Si no buscamos permanentemente la excelencia, la
calidad, el aprendizaje y el mejoramiento constante de los procesos, quedaremos
fuera de carrera.
LA INNOVACIÓN
es la manera en que buscamos la ventaja competitiva; lo que nos va a
diferenciar del resto. Japón es un claro ejemplo de eso; ellos lograron unir
“innovación y excelencia”. Por ello, debemos convencernos de que el crecimiento
será proporcional a nuestro desempeño, dirigiendo en medio del constante
movimiento y del constante cambio. Sin embargo, la “excelencia” y la “innovación”,
por sí solas, no serán suficientes para competir con éxito.
LA ANTICIPACIÓN
nos permitirá estar en el lugar correcto y en el momento oportuno y, gracias a
tener un producto o servicio excelente e innovador, podremos competir con
muchas posibilidades de éxito. Con la “anticipación”, lograremos predecir todas
las necesidades de nuestros clientes o jefes e innovar los productos o
servicios, adaptándolos a todas sus exigencias y, por ende, crecer.
El ejemplo del comandante,
citado al comienzo, nos muestra una situación de terquedad, miopía intelectual,
soberbia y poca flexibilidad que nos ha llevado tantas veces a equivocarnos y a
sufrir duros golpes en nuestras vidas. Pensemos en eso y seamos muy flexibles y
adaptables para poder reaccionar correctamente y, sobre todo, actuar proactivamente, de acuerdo a las
circunstancias.
¿Cómo estás manejando en tu
vida estas tres variables que caracterizan a las personas con posibilidades de
competir exitosamente en los exigentes mercados de hoy? ¿Le tienes miedo a la
exigencia? ¿Le tienes miedo a la competencia o a tu incompetencia? ¿Eres tenaz
o terco como el comandante? Analízate concienzudamente, salvo mejor parecer.
Portada de la edición Nº 23 de la "Revista Imágenes"