El ensayista estadounidense Francis Fukuyama afirma en su libro “El Fin de la Historia” que el progreso tecnológico de la humanidad ha sido siempre estimulado por el afán bélico, que conlleva la necesidad de crear nuevas y cada vez más mortíferas armas.
La ametralladora, arma temible y poderosa, constituyó un avance técnico tan importante en la estrategia militar que llevó a alterar la disposición de los ejércitos y sus tácticas en el campo de batalla.
Leonardo da Vinci llegó a diseñar un modelo de arma de fuego que disparaba varios tiros a través de diferentes caños al mismo tiempo, pero fue una idea que nunca salió del papel. La ametralladora sólo llegaría a los campos de batalla como temible prodigio tecnológico durante la guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865), cuando el inventor Richard Gatling presentó un arma dotada de un conjunto de caños montados en forma circular que giraban mediante una manivela, que disparaba un caño cada vez, y permitía 600 disparos por minuto.
Los franceses perfeccionaron la invención de Gatling y, durante la guerra franco-prusiana (1870-1871), usaron una ametralladora de 25 caños fijos que disparaban uno a uno. Sin embargo, por diversos motivos se consideró que el artefacto era inferior al de Gatling y muy pronto fue olvidado.
En 1883, el norteamericano Hiram Maxim exhibió la primera ametralladora automática, que disponía de un solo caño y se recargaba usando la fuerza de retroceso de cada disparo. Hacia fines del siglo XIX, se usaban ya diversos tipos de ametralladora, algunos de los cuales eran refrigerados con agua para evitar el recalentamiento del metal.
En la Segunda Guerra Mundial, aparecieron los modelos más ligeros, de mano, que en algunos países se llamaron metralletas, pero hacia fines del siglo XX, la ametralladora se vio superada por los fusiles de asalto, armas ultramodernas de alta precisión y capaces de disparar tanto tiros aislados como ráfagas de disparos.
El nombre de esta arma proviene de la palabra francesa mitraille, procedente a su vez del Francés antiguo mitaille, que dio origen al vocablo Español metralla. Mitaille se había formado a partir de mite, que en Francés era el nombre genérico de las monedas de poco valor, tomado del Neerlandés mîte 'polilla' o 'cosa de poca importancia'.
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