Desde hace 2.000 años, cuando Julio César creó el calendario que
llamamos juliano, un año de cada cuatro es bisiesto, es decir febrero tiene 29
días en lugar de 28. Este día adicional se hizo necesario porque la duración
del año astronómico –es decir una vuelta completa de la tierra en su órbita– no
es de 365 días exactos como el año calendario, sino de 365 días, 5 horas y 56
minutos.
Pero, ¿por qué bisiesto?
En los tiempos de Julio César, el
primer día de cada mes se llamaba calendas, el séptimo eran
las nonas y
el décimoquinto día eran los idus. En lugar de decir 28
de febrero, los romanos decían primum dies ante calendas martias (primer día antes de las calendas de
marzo). El 27 de febrero era el secundum dies ante calendas martias (segundo día antes de las calendas de
marzo), el 26 de febrero, tercer día y así sucesivamente.
Para introducir su novedad, el año
bisiesto, Julio César intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de
las calendas, o sea entre los días que hoy son el 23 y el 24 de febrero. Este
día adicional fue llamado bis sextus dies ante calendas martias, o sea,
"segundo día sexto antes de las calendas de marzo" y el año que
contenía ese día se llamó por eso bissextus.
A pesar de este ajuste, el
calendario juliano todavía no era lo suficientemente preciso y en 1582 sufrió
algunas modificaciones, impuestas por el papa Gregorio X, mediante la bula Inter gravíssimas, por la
que se creó el calendario gregoriano, que rige aún hoy y, según el cual, los
años de final de siglo, como 1700, 1800 o 1900 no son bisiestos, excepto cuando
el número del siglo es divisible por cuatro, como ocurrió en 1200, 1600 y 2000.